¿Hacer el bien o no hacer nada?
Vancouver,
BC, Canadá — Para muchos cristianos, la vida no es
tanto una batalla entre hacer el bien o hacer el mal, sino entre hacer el bien
y no hacer nada.
La Pastora Valeria Alvarenga dice que ella
podría quedarse en casa y ver televisión y servir a sus feligreses cada domingo,
sin enfrentar problemas. En cambio, ha optado por enfrentar el narcotráfico, la
violencia contra las mujeres — y una iglesia estricta — y hacer amigos entre
las personas marginadas y vulnerables de un barrio pobre en Recife, Brasil.
Cuando el gobierno rellenó un pequeño lago
y construyó viviendas públicas, tal vez no previó que se iba a formar un barrio
de chabolas en las colinas circundantes. Con una densidad de población de 1.000
personas por hectárea, los habitantes de las colinas no cuentan con servicios
de saneamiento, ni espacios públicos para ocio, viven con temor al delito, y a
menudo pierden sus casas por los deslizamientos de tierra en la temporada de
lluvias de junio y julio. El mismo edificio de su iglesia quedó inutilizado por
un alud en 2009; una barrera de protección que les fue prometida en 2009
todavía no fue construida.
Alvarenga es pastora de la Iglesia Menonita
de Lagoa Encantada. Todos los martes recorre los alrededores de la ciudad de la
colina junto con su hijo que lleva su guitarra, trayendo torta y Coca-Cola.
Ella lo llama Proyecto Samaria.
Cuando Alvarenga escucha decir a los
adolescentes que sus madres son víctimas de abuso de parte de sus esposos, ella
visita a las madres y se ofrece a ayudarles a encontrar lugar en un refugio del
gobierno para mujeres. Cuando las condiciones son adecuadas, habla con sus
maridos.
Un equipo de evangelismo juvenil lleva una
pancarta que pide "¿De qué tienes sed? Entonces reparten agua potable y
entablan conversación con las personas.
Un festival que combina santos católicos
con ciertas prácticas paganas, ofrece bailes con música vibrante, hogueras y
muchas otras cosas. Alvarenga
contrarresta con una celebración cristiana que ofrece comidas especiales y música
gospel al mismo ritmo.
Una profesional de la salud ha sido
contratada para educar a las mujeres en cuanto al cáncer de cuello de útero y
de mama, porque muchos maridos no permiten que sus esposas visiten a un
ginecólogo amenazándolas con pegarles. Muchas mujeres pierden la vida por causa
de la violencia doméstica, y sus hijos se dedican a traficar drogas. La vida de
Alvarenga siempre corre peligro.
Su iglesia, que como Cristo se encarna en
los problemas de la comunidad, no es aceptada por las principales iglesias de
la región. Su propia congregación al principio estuvo menos interesada en el
Proyecto Samaria. Los habitantes de las laderas, cuya única experiencia es la
de las iglesias tradicionales, dice que su iglesia no es “seria o formal”
porque no funciona de acuerdo con la doctrina.
Cuando Alvarenga recientemente se recortó
el cabello, congregaciones locales tradicionales donde solía ser bienvenida no
le permitieron volver a hablar.
No ha sido nada fácil, pero ha valido la
pena, dice con palabras medidas. Un joven que salió liberado de la prisión se
siente suficientemente seguro como para compartir relatos fuertes sobre su
propia transformación — historia que no compartiría con su propia familia. Si
ella y su hijo llegan tarde los martes, Alvarenga recibe llamadas porque se
preocupan. “Nuestra presencia en la comunidad de la colina los hace sentirse
bien”, dice con humildad.
Alvarenga encuentra apoyo en tres textos de
la Escritura que son especiales para su ministerio: Mateo 25: 35-36 ("tuve
hambre y me disteis de comer…"), Lucas 19:10 y 1 Corintios 3:10.
Ella se niega a pasar por alto los
problemas. "La gente viene a nosotros con historias de vida muy difíciles.
Tengo que aprender a amar a aquel que es diferente de mí. Ese es el Evangelio
de Jesucristo… Mi fe se vuelve completa cuando trabajo con la gente marginada”.
El viaje de Valeria Alvarenga a Canadá
desde Brasil para visitar la Asamblea de Vancouver, donde presentó un seminario
titulado Leyendo la Escritura en un
contexto de pobreza y violencia fue
auspiciado por la Iglesia Menonita de Canadá.
Michele Schwartzentruber Rizoli, de la Iglesia Menonita Unida de Toronto,
tradujo su mensaje del portugués. Alvarenga viajará hacia el oeste de Canadá
para visitar a la congregación coparticipante,
la Iglesia Menonita Zoar de Saskatchewan, y hablar en otras iglesias en
el camino. (Traducido de The Assembly News, de Vancouver, BC, Canadá.)