miércoles, 28 de diciembre de 2011

¡DIOS, NO HACE ASEPCIÓN DE PERSONAS!


 REFLEXIÓN DE GRACIELA RAMIREZ DE DARINO (ARGENTINA)


Al llegar cada fin de año, me gusta reflexionar sobre los acontecimientos de la primera navidad para que no pase desapercibida como una fiesta más de la cristiandad.
Concentrándome en dos mujeres observo que Dios tuvo un proyecto de vida para María y para Elizabeth. Los dos diferentes pero no menos importante y trascendentales para la cristiandad.
Para llevar a cabo sus proyectos elige a mujeres piadosas, conocedoras de la Palabra de Dios y obedientes a ella.  Ambas esperaban expectantes el cumplimiento de las promesas de un mesías desde hacía tantos años prometido.  Ambas estabas dispuestas a obedecer o ser los instrumentos para que Dios concrete su proyecto de salvación, sin importar las consecuencias de decir si.
Seguramente para María no fue fácil porque, cuando las mujeres deseamos un hijo y vemos concretado el embarazo, lo que más queremos es compartir la noticia con familiares y amigos. ¿Cómo habrá hecho para decírselo a sus padres y a José? ¿Cómo callar para que los principales de la religión no la hicieran apedrear?.
En tiempos en que las mujeres no tenían posibilidad de educarse es notable el conocimiento de la Palabra de Dios que ambas tenía y la disposición a la obediencia de la misma . Seguramente esta fue una de las condiciones para que Dios haya elegido a ambas..
Con respecto a Elizabeth me encanta ver que Dios tiene proyectos de vida para mujeres de avanzada edad. Creo que a veces pensamos que los proyectos para las mayores son los mismos que los de la juventud, los que  hemos ido concretando a la vez que pasan los años. El mensaje inesperado para Elizabeth me hace ver que Dios no tiene prejuicios en cuanto a las edades de los que elige para concretar un proyecto de vida. Y estos, sean para las jóvenes o para las de avanzada edad son valioso y valederos
¿Qué tendrá que ver Dios en nosotras para que quiera llevar a cabo un proyecto de vida para bendecir a la humanidad?
Es evidente que amar la Palabra de Dios y obedecerla, tener como el primer amor de la vida a Jesús nos hace  candidatas posibles para que un día Dios se nos presente con un proyecto de vida que nos llene de gozo, y también de algunas complicaciones pero que será hermoso poder enfrentarlas y bailar de alegría al cumplirlo.
Quiera Dios que durante 2012 nos encontremos compartiendo, al igual que lo hizo María con Elizabeth, los proyectos en los que Dios nos involucrará. 
Con amor en Cristo, 
Graciela Ramirez de Darino 

martes, 27 de diciembre de 2011

jueves, 22 de diciembre de 2011

APORTE ENVIADO POR MILKA RINDZINSKI (URUGUAY)

 PUBLICADO EN EL BLOG DE LA FUNDACION KAIROS

 Teologizar con María en Navidad: Un diálogo a voces


Ángel Manzo
Haciendo teología
desde la mitad del mundo
La primera vez que vi a María como teóloga fue gracias al libro que lleva por título Hacer teología junto a María (Ediciones Kairós), escrito por el teólogo luterano Valdir Steuernagel. Es uno de los libros más bellos que he leído, un libro que muestra con sencillez, claridad y profundidad la importancia del quehacer  teológico. La teología no se puede separar del teólogo ni la predicación del predicador. Es el caso de María, quien en Lucas 1:26-38 aparece como una gran teóloga del pueblo. Símbolo de aquellos que viven su experiencia con Dios en esperanza de liberación y procuran  que esa experiencia no pase desapercibida. Quieren comprenderla y disfrutarla, y si esto no es posible, por lo menos quieren acoger el misterio de Dios, que está más allá de las limitaciones humanas.
¡Sí, llega la Navidad! Sin embargo, de eso muy poco sabe María. Lo que sí sabe es que en su juventud recibió la visita de Dios por medio de su mensajero, y esa visita  afectaría su vida enormemente. No sé si para ella era importante ser bendita entre las mujeres, pues a duras penas entendería qué significaba eso. ¡Si supieras, María, las polémicas que generarían estas bendiciones que te dio el angelito!
Lo cierto es que la visita de Dios por medio de un ángel trajo una noticia desconcertante. El anuncio le llegó a María cuando su vida estaba plenamente instalada, con el sueño de toda mujer judía cumplido, el de casarse, y con todos los planes que sólo los podía generar una boda. Y, de paso, una boda con un buen partido como José, descendiente de David. Así le llegó el anuncio de parte de Dios.
Propio de la introducción divina, el saludo fue un tanto especial, fuera de lo común: plenitud de gracia, el Señor está contigo. Inmediatamente la fe que trató de entender comenzó a despertar sospechas: ¿Qué clase de saludo es este? Las palabras de paz y calma preparaban lo que aún faltaba. Espérate, María: Vas a quedar encinta, tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será un gran hombre, lo llamarán Hijo del Dios Altísimo. Será un rey, y su reinado no tendrá fin, le dijo el ángel.
Ay, si María fuera como las jóvenes de mi época, ¿qué pensaría del ángel?… ¿Qué cara le pondría la pobre María? Frunciría el ceño con dudas: ¿Será verdad? O pondría la mano en su boca y se preguntaría: “¿Estoy despierta o es un sueño?” O con auténtico sabor guayaco diría: “¿Qué mismo es esta vaina?” Perdóneme semejante especulación,  pero ¡cuántas cosas pasarían por  su mente y emoción! A la larga, lo que pudo hacer fue preguntar: ¿Cómo podrá suceder esto, si no vivo con ningún hombre?
La explicación divina y sobrenatural vino a calmar la limitación de entendimiento. Además, como nuestra mente  necesita razones para creer, he aquí una evidencia real, observable y comprobable. Esta pariente tuya, la viejita que dicen que ya no puede tener hijos, sí, esa, Isabel (Elizabeth), va a tener un bebé (“a esa edad, ¡qué horror!”, dirán tal vez las mujeres jóvenes). Es más: ya tiene seis meses de estar encinta. Ella es  prueba evidente, y hasta científica, que para Dios no hay nada imposible.
¿Y qué podía hacer la teóloga María ante palabras de  tan alta costura? Sólo podía ir de la incredulidad a la credulidad, de la duda  a la certeza, del temor a la confianza.  ¿Qué otra cosa podía hacer? Su teología la llevó a decir: Yo soy la esclava del Señor; que Dios haga conmigo como su Palabra me ha dicho.
Es así como descubro que teologizar con María es sorprendernos, al igual que ella, con la visita de Dios en nuestra instalada vida: Dios llega e irrumpe de maneras que menos imaginamos. Dios sí que va a todo dar, arrasando con todo. Su sola Palabra nos provoca y nos invita a pensar: ¿Cómo así? ¿De qué se trata? Entonces la Palabra se hace más clara. La teología de María la llevó de la experiencia a la  pregunta, y de la pregunta a  las respuestas de  la Palabra de Dios.
Sí, me gusta esa teología porque no me condena por reaccionar y experimentar. Me permite, con toda mi humanidad,  preguntar, sorprenderme, sospechar, no guardarme cosas que siento y pienso.  Al no soportar más,  pregunto  al Señor, en quien encuentro paz y sentido para la vida. Sólo entonces llega la Palabra de Dios con poder, para explicar lo inexplicable, para tranquilizar la limitada y frágil razón y ubicarme en la posición correcta: la de nuestra limitada humanidad y necesidad de fe.
Teologizar con María es ser un poco “rebelde” y atreverse a preguntar “¿cómo?” En medio de la  explicación divina llena de majestad  y grandeza  acerca del niño que ella va a dar a luz, María se atreve preguntar “¿cómo?”, pues en el plano práctico se trata de su vientre, se trata de su vida. Además, María  se atreve a dar sus razones,  humanas razones, pero las únicas que conoce: no vivo con ningún hombre.
La teología de María no tiene pretensión de verdad divina ni dogma confesional. Esta teología es expresión de sensibilidad humana que reacciona ante lo divino porque  la involucra y la afecta. Nada de aquellos dogmas que la mujer calle (perdónenme muchas mujeres y hombres). María no se calló ante el mismísimo ángel Gabriel. Sin embargo, se podría mal interpretar a María, pensando:
—¡Qué osadía! ¿Cómo va a afectar el adoctrinamiento sobre la sumisión de las mujeres?
— Siendo mujer, en vez de aceptar semejante privilegio, se atreve a cuestionar a Dios.
¡Ay, María! A buena hora no vives en esta época No quiero ni imaginarme lo que te dirían muchos pastores y pastoras por tu osadía.
Teologizar con María es saber escuchar y sentir la Palabra de Dios instalándose en la vida. En nuestra limitación humana, nuestras preguntas son como balbuceos de una fe que quiere creer, en algunos casos con la sinceridad de aquel hombre que dijo a Jesús: Creo Señor, pero ayuda mi incredulidad. Cuando la Palabra llega, el corazón ha sido preparado: la teología se ha encargado de hacerlo con las preguntas que el mismo misterio de Dios genera.
La Palabra de Dios llega de manera contundente y la teología solo puede guardar silencio: ha llegado el momento para que el misterio nos cautive, que las razones divinas (si la gracia así lo quiere) lleguen a nuestra vida, que el para Dios no hay nada imposible germine en la fe, y ante él solo podamos caer diciendo: Señor, hágase conmigo, conforme a tu Palabra.
¡Ay, María! Invítame a tu escuela donde aprendiste a hacer teología que me permita ser santo con preguntas sospechosas, que exprese mi humanidad, que dé lugar a la rebeldía y la duda, pero que ante todo caiga postrado ante el Señor de la Palabra, comprometido para  hacer su voluntad.
¡Ay, María! Que en esta Navidad  yo pueda hacer mi propia teología. Que el ángel me visite para que, a partir de  la experiencia y de las preguntas y respuestas de la Palabra de Dios, algo suceda en mi vida. Supongo que en Nochebuena nadie me acusará de hereje por semejante osadía.

Un Ángel terrenal
que trata de aprender a ser
“manzo” y humilde de corazón



Poesía:
“La miseria crece en Belén”
“Un bebé entre animales”
“Parto en colchón de paja”
Titulares posibles
si hubiera habido diarios.
de un José carpintero,
con las manos curtidas
por maderas y clavos;
de María, asustada,
con dolores de parto.
Sin lugar y con frío.
Solos.
Lejos de casa.
La sangre dando vida
y un bebé con su llanto.
Aquella antigua historia:
este Dios encarnado
este Dios con nosotros,
en medio de la mugre,
profundamente humano.

Marta Márquez

EN UN PESEBRE

Natividad del Señor
REFLEXIÓN DE  "Lucas 2, 1-14"
POR JOSÉ ANTONIO PAGOLA,
 
Según el relato de Lucas, es el mensaje del Ángel a los pastores el que nos ofrece las claves para leer desde la fe el misterio que se encierra en un niño nacido en extrañas circunstancias en las afueras de Belén.
Es de noche. Una claridad desconocida ilumina las tinieblas que cubren Belén. La luz no desciende sobre el lugar donde se encuentra el niño, sino que envuelve a los pastores que escuchan el mensaje. El niño queda oculto en la oscuridad, en un lugar desconocido. Es necesario hacer un esfuerzo para descubrirlo.
Estas son las primeras palabras que hemos de escuchar: «No tengáis miedo. Os traigo la Buena Noticia: la alegría grande para todo el pueblo». Es algo muy grande lo que ha sucedido. Todos tenemos motivo para alegrarnos. Ese niño no es de María y José. Nos ha nacido a todos. No es solo de unos privilegiados. Es para toda la gente.
Los cristianos no hemos de acaparar estas fiestas. Jesús es de quienes lo siguen con fe y de quienes lo han olvidado, de quienes confían en Dios y de los que dudan de todo. Nadie está solo frente a sus miedos. Nadie está solo en su soledad. Hay Alguien que piensa en nosotros.
Así lo proclama el mensajero: «Hoy os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor». No es el hijo del emperador Augusto, dominador del mundo, celebrado como salvador y portador de la paz gracias al poder de sus legiones. El nacimiento de un poderoso no es buena noticia en un mundo donde los débiles son víctima de toda clase de abusos.
Este niño nace en un pueblo sometido al Imperio. No tiene ciudadanía romana. Nadie espera en Roma su nacimiento. Pero es el Salvador que necesitamos. No estará al servicio de ningún César. No trabajará para ningún imperio. Solo buscará el reino de Dios y su justicia. Vivirá para hacer la vida más humana. En él encontrará este mundo injusto la salvación de Dios.
¿Dónde está este niño? ¿Cómo lo podemos reconocer? Así dice el mensajero: «Aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre». El niño ha nacido como un excluido. Sus padres no le han podido encontrar un lugar acogedor. Su madre lo ha dado a luz sin ayuda de nadie. Ella misma se ha valido, como ha podido, para envolverlo en pañales y acostarlo en un pesebre.
En este pesebre comienza Dios su aventura entre los hombres. No lo encontraremos en los poderosos sino en los débiles. No está en lo grande y espectacular sino en lo pobre y pequeño. Hemos de escuchar el mensaje: vayamos a Belén; volvamos a las raíces de nuestra fe. Busquemos a Dios donde se ha encarnado..