miércoles, 1 de agosto de 2012

REFLEXIÓN


LA UNIDAD DE LA IGLESIA

Efesios  4:1-6
El tema central de la carta del Apóstol Pablo a los Efesios  es aclarar que desde la eternidad, el plan y propósito de Dios fue unir toda la creación bajo la autoridad de Cristo cuando los tiempos establecidos se cumplieran.
 Jesucristo, nuestro Señor,  predicando en Galilea el evangelio del reino de Dios, anunció:  “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado”.
Dios reveló a los suyos este plan, que está oculto a los otros.   Si nosotros, la iglesia, somos los suyos, hemos sido escogidos para una tarea  y predestinados a la misma. Pero, ¿qué se espera de nosotros? ¿Podemos imaginar cómo será que todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, estén unidas bajo la autoridad de Cristo?
Por ahora, nuestra tarea según este plan, es esforzarnos como pueblo de Dios por  vivir en unidad por medio de Cristo, camino por el cual se llegará a la unidad de todos los hombres y mujeres incluyendo a toda la creación. El plan es muy amplio verdaderamente, y nos parece inalcanzable.
Ya en la iglesia temprana había no pocas discrepancias de interpretación en cuanto a lo que Dios espera de los suyos.
Tampoco hoy nos sentimos cómodos con algunos otros grupos o denominaciones cristianas, empezando por el catolicismo, con el cual ocurrió una ruptura hace más de seis siglos que nunca se compuso. Aunque hay algunas señales positivas, como por ejemplo los diálogos entre confesiones.
Aun en nuestra familia de fe a menudo no nos sentimos cómodos unos con otros.  Nuestro propio grupo, con sus propias creencias, doctrinas y prácticas, es para nosotros como un sol, que brilla tan potentemente que no nos permite ver la luz que emiten otros astros.
Pablo dice en Efesios 4:1-6 que como pueblo de Dios debemos vivir de una manera digna del llamamiento que hemos recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor, esforzándonos por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz.
 De otra manera, no hemos entendido que hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos.
El Espíritu Santo que mora en nosotros nos une, pero no sin esfuerzo de nuestra parte, porque unidad no es sinónimo de uniformidad. Separándonos radicalmente de los que no piensan o interpretan exactamente como nosotros, sin escucharnos mutuamente, sin dialogar, sin amarnos unos a otros, sin tolerarnos, nunca llegaremos a la unidad, y nos privaremos de enriquecernos con las percepciones que unos y otros tenemos.
Todavía estamos a tiempo, queridos hermanos y hermanas en Cristo.  

Milka R.
Julio de 2012

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