LA UNIDAD DE LA IGLESIA
Efesios
4:1-6
El tema central de la carta del Apóstol
Pablo a los Efesios es aclarar que desde
la eternidad, el plan y propósito de Dios fue unir toda la creación bajo la
autoridad de Cristo cuando los tiempos establecidos se cumplieran.
Jesucristo, nuestro Señor, predicando en Galilea el evangelio del reino
de Dios, anunció: “El tiempo se ha
cumplido y el reino de Dios se ha acercado”.
Dios reveló a los suyos este plan, que
está oculto a los otros. Si nosotros,
la iglesia, somos los suyos, hemos sido escogidos para una tarea y predestinados a la misma. Pero, ¿qué se
espera de nosotros? ¿Podemos imaginar cómo será que todas las cosas, tanto en
el cielo como en la tierra, estén unidas bajo la autoridad de Cristo?
Por ahora, nuestra tarea según este plan,
es esforzarnos como pueblo de Dios por
vivir en unidad por medio de Cristo, camino por el cual se llegará a la
unidad de todos los hombres y mujeres incluyendo a toda la creación. El plan es
muy amplio verdaderamente, y nos parece inalcanzable.
Ya en la iglesia temprana había no pocas
discrepancias de interpretación en cuanto a lo que Dios espera de los suyos.
Tampoco hoy nos sentimos cómodos con
algunos otros grupos o denominaciones cristianas, empezando por el catolicismo,
con el cual ocurrió una ruptura hace más de seis siglos que nunca se compuso.
Aunque hay algunas señales positivas, como por ejemplo los diálogos entre
confesiones.
Aun en nuestra familia de fe a menudo no
nos sentimos cómodos unos con otros.
Nuestro propio grupo, con sus propias creencias, doctrinas y prácticas,
es para nosotros como un sol, que brilla tan potentemente que no nos permite
ver la luz que emiten otros astros.
Pablo dice en Efesios 4:1-6 que como
pueblo de Dios debemos vivir de una manera digna del llamamiento que hemos
recibido, siempre
humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor, esforzándonos por mantener la unidad del Espíritu
mediante el vínculo de la paz.
De
otra manera, no hemos entendido que hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, una
sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y
Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos.
El Espíritu Santo que mora en nosotros
nos une, pero no sin esfuerzo de nuestra parte, porque unidad no es sinónimo de
uniformidad. Separándonos radicalmente de los que no piensan o interpretan
exactamente como nosotros, sin escucharnos mutuamente, sin dialogar, sin
amarnos unos a otros, sin tolerarnos, nunca llegaremos a la unidad, y nos
privaremos de enriquecernos con las percepciones que unos y otros tenemos.
Todavía estamos a tiempo, queridos
hermanos y hermanas en Cristo.
Milka R.
Julio de 2012
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