MUJERES DE LA REFORMA
ARGULA VON GRUMBACH (1492-1563).
Argula
von Grumbach fue una mujer valiente que alzó su voz y su pluma para defender la
Reforma desde sus inicios. Argula tomó parte en los debates teológicos de la época,
desarrollando una ardiente labor apologética a favor de las doctrinas bíblicas
y en defensa de Lutero, Melanchton y otros reformadores. Se dice que fue la
primera escritora protestante, y una de las pocas mujeres de su tiempo cuyos
poemas, cartas y escritos doctrinales se convirtieron en verdaderos
bestsellers de la época, con decenas de miles de copias circulando entre el
pueblo llano.
Argula
comenzó a ser conocida por escribir en 1523 su famosa carta de protesta a la
Universidad de Ingolstadt, que había obligado a retractarse de manera
humillante a un joven profesor que había abrazado la fe reformada. La carta
comenzaba así: "Al honorable, digno, ilustre, erudito, noble y excelso
rector y a toda la facultad de la Universidad de Ingolstadt: Cuando oí lo que
habían hecho a Arsacius Seehofer bajo amenazas de prisión y de hoguera, mi
corazón y mis huesos se estremecieron. ¿Qué han enseñado Lutero y Melanchton
excepto la Palabra de Dios? Vosotros los habéis condenado. No los habéis
refutado. ¿Dónde leéis en la Biblia que Cristo, los apóstoles y los profetas
encarcelaran, desterraran, quemaran o asesinaran a nadie? Nos decís que debemos
obedecer a las autoridades. Correcto. Pero ni el Papa, ni el Káiser, ni los
príncipes tienen ninguna autoridad por encima de la Palabra de Dios. No penséis
que podéis sacar a Dios, a los profetas o a los apóstoles del cielo con
decretos papales sacados de Aristóteles, que ni siquiera era cristiano. No
ignoro las palabras de Pablo de que la mujer debe guardar silencio en la iglesia
(1ª Timoteo 1:2), pero, cuando ningún hombre quiere o puede hablar, me impulsa
la Palabra del Señor cuando dijo "Aquel que me confiese en la tierra, Yo
le confesaré y aquel que me niegue, Yo le negaré" (Mateo 10; Lucas 9).
(...) Buscáis destruir todas las obras de Lutero. En ese caso, tendréis que
destruir el Nuevo Testamento, que él ha traducido. En los escritos en alemán de
Lutero y Melanchton, no he encontrado nada herético (...) Incluso si Lutero se
retractase, lo que ha dicho seguiría siendo la palabra de Dios. Yo estaría
dispuesta a venir y debatir con vosotros en alemán, y así no necesitaríais usar
la traducción de la Biblia de Lutero. Podéis usar la que se escribió hace 31
años (la Koburger de 1483). Tenéis la llave del conocimiento y cerráis el reino
de los cielos. Pero estáis derrotados. Las noticias de lo que le habéis hecho a
este joven de 18 años han llegado ya a tantas ciudades que pronto todo el mundo
lo sabrá. El Señor perdonará a Arsacius, como perdonó a Pedro, que negó a Su
maestro aunque no le habían amenazado con la prisión ni con la hoguera. Todavía
saldrá mucho bien de este muchacho. No os envío desvaríos de mujer, sino la
palabra de Dios. Escribo como miembro de la iglesia de Cristo contra la cual no
prevalecerán las puertas del infierno, al contrario que la iglesia de Roma.
Dios nos conceda su gracia. Amén".
El
joven profesor Arsacius Seehofer al que se refiere había estudiado en
Wittemberg, no a los pies de Lutero, que por aquel entonces se hallaba en
secreto en el castillo de Wartburg, sino bajo Melanchton, del cual aprendió el
evangelio de la justificación por la fe. Al entrar en contacto con John
Eck, el perseguidor más implacable de Lutero, empezaron a investigarle. En un
registro de sus habitaciones, se le incautaron libros de Melanchton y de
Lutero. Fue encarcelado tres veces, y sin duda habría acabado en la hoguera de
no ser por la intervención de su padre. El muchacho, aterrorizado ante la
perspectiva de la hoguera, fue obligado a hacer una retractación pública. Con
la mano sobre el evangelio y llorando de vergüenza, abjuró de sus
"errores" dando gracias a la universidad por tratarle con tanta
benevolencia. Desde entonces, fue aislado en un monasterio.
Argula
Stauffer había nacido en 1492 en el seno de una distinguida familia de la
nobleza de Bavaria venida a menos, y fue educada como dama de compañía de la
duquesa Kinigunde, hermana del emperador Maximiliano. Al salir de su casa, su
padre le regaló una copia de la Biblia Koburger de 1483, una traducción alemana
correcta pero de estilo monótono. Ella no le prestó mucha atención, dado que
los frailes franciscanos le advirtieron que su lectura podría desviarla por el
mal camino. Poco después de llegar a la corte, supo que sus padres habían
sucumbido a la peste, y en 1516 casó con Friedrich von Grumbach, también de la
nobleza, al que dio cuatro hijos.
En la
década de 1520, los escritos de Lutero circulaban por Bavaria y Argula leía
ávidamente todos los que podía conseguir. Espalatino, capellán de Federico el
Sabio, el príncipe protector de Lutero, le había enviado una lista completa y
se sabe que Argula mantenía correspondencia con Lutero. Antes de escribir su
carta a la universidad, consultó con el pastor evangélico de la ciudad, que
después dijo de ella que era una mujer increíblemente versada en las
Escrituras, pero no hizo más. Argula consideró que si ningún ministro reformado
iba a alzar la voz contra aquella injusticia, ella lo haría. Y escribió su
famosa carta. Pero no fue lo único que escribió.
El
impacto de la carta en defensa de Seehofer fue tremendo. El Duque, que había
influido para salvar al muchacho, recibió también una copia junto con otra
carta dirigida a los magistrados y autoridades, en la que Argula denunciaba la
explotación económica y la inmoralidad practicadas por el clero católico, leal
a los papas. En ella le pedía que fuese no sólo un príncipe, sino un padre, le
agradecía su intervención en el caso Seehofer y añadía: "No es de extrañar
que nos invadan los turcos, ni que sucedan hambres, pestes, invasiones y
muerte, como anunciaron los profetas, no Lutero, cuando el papa sigue el consejo
del demonio al prohibir el matrimonio a curas y monjes, como si el don de la
castidad fuese conferido al ponerse uno un hábito. Así el papa recauda
impuestos de bastardos por todas partes. ¡No es de extrañar, cuando un cura
recibe 800 florines al año y nunca predica ni una vez en todo ese tiempo! Los
franciscanos, que tienen voto de pobreza, devoran las casas de las viudas. La
mayoría de los curas, monjes y monjas son ladrones. Dios lo dice. Yo lo digo. E
incluso si Lutero lo dice, sigue siendo cierto. Tened compasión, príncipes, del
rebaño del Señor Jesucristo, comprado no con oro ni con plata, sino con su
sangre."
Alguien
escribió sobre la copia de Munich, debajo de la firma de Argula: "Zorra
luterana y puerta del infierno". La universidad no se iba a rebajar a
contestar a una mujer. El Duque tampoco contestó. Pero surgieron coplillas
populares que extendieron la controversia y al poco tiempo, posiblemente
animada por su ejemplo, otra mujer publicó un tratado sobre la cuestión del
matrimonio del clero.
Las autoridades
no iban a dejar pasar todo esto. La universidad se puso de acuerdo con el
Duque, y se rumoreaba que habían decidido dejar a Argula a merced de la
disciplina de su marido, que tenía autoridad para cortarle unos cuantos dedos o
incluso de estrangularla sin riesgo de que nadie presentara cargos contra él.
Lo que de hecho excitó las iras de éste fue perder su cargo de prefecto del
Duque. Con una esposa y cuatro hijos que mantener, se desató su rencor y se
sabe que la maltrataba. A todo ello, había que añadir el escarnio público. Un
sacerdote se refirió a Argula el día de la festividad de la Virgen María como
"una insolente hija de Eva, una zorra herética y una sinvergüenza
errada".
En
1523, el conde Palatino convocó una dieta en Nuremberg y, llevado de la
curiosidad, invitó a Argula a hablar en ella con total libertad. Así lo hizo, y
después escribió una carta en la que se regocijaba de que el conde estuviera
vislumbrando la luz, animándole a testificar de Cristo con alegría y sin temer
los poderes terrenales. En otra carta, dirigida a Federico el Sabio, expresaba
su esperanza de que Dios ayudase en la dieta a los encargados de predicar al
pueblo llano, y atase las manos de los sacerdotes paganos que vuelven a
crucificar a Cristo. A pesar de todo, parece que Argula salió de allí
desalentada, porque a la mayoría de los príncipes sólo les preocupaban las
comilonas y los banquetes.
Su
propia familia estaba contra ella. Argula escribió una carta a su primo Adam
von Törring: "He oído que te ha molestado lo que escribí a la universidad
de Ingolstadt. He sufrido muchos reproches y vergüenzas por ello, y en atención
a tu amistad, te escribo y te adjunto copias de lo que he dicho. No te
sorprenda que confiese a Dios, porque quien no le confiesa no es cristiano, aunque
le hayan bautizado mil veces. Cada uno debe responder por sí mismo en el último
día. Ningún papa, ningún rey, ni príncipe ni doctor podrá responder por mí. Por
tanto, mi querido primo, no te sorprenda si oyes que confieso a Cristo.
Considero un gran honor sufrir por Su causa. Dicen que soy luterana. No lo soy.
Fui bautizada en el nombre de Cristo, no de Lutero. Pero confieso que Lutero es
un verdadero cristiano. Que Dios nos ayude.
También
habrás oído que mi marido me tiene encerrada. No ha llegado a tanto, pero hace
lo que puede para perseguir a Cristo en mí. En este punto, no puedo obedecerle.
El evangelio nos dice que dejemos padre, madre, hermano, hermana, hijos, y
hasta la vida por Él. Me apena ver que nuestros príncipes no se toman la
Palabra de Dios más en serio de lo que una vaca se tomaría una partida de
ajedrez. Dicen: "Es suficiente creer lo que nuestros padres
creyeron". Incluso he oído a alguno de ellos decir: "Si mis padres
estuvieran en el infierno, yo no querría estar en el cielo". No soy yo
así, ni aunque todos mis amigos estuviesen allá abajo. Hablan de la fe de sus
padres. Mandan a sus hijos a aprender a Ovidio y a Terencio, es decir, el arte
del adulterio. No espero mucho de ninguna otra dieta que se pudiera convocar.
Ya he visto bastante en la de Nuremberg. Espero que los príncipes no sufran el
destino del Faraón. Espero que tú leas la Escritura, al menos los cuatro
Evangelios, aunque preferiblemente toda ella. Lutero decía que no quería que la
gente creyera en sus libros. En éstos sólo estaba la intención de llevarles
hasta la palabra de Dios. Tú podrías hacer mucho bien si establecieras
ministros piadosos e instruidos en tu distrito. Entiendo que mi marido fuera
depuesto de su cargo. Yo no puedo evitarlo. Dios alimentará a mis hijos como
alimenta a los pájaros y los vestirá como viste a los lirios del campo. Mi
querido primo, te encomiendo a la gracia de Dios, que habites con Él ahora y
para siempre..."
Argula
se comunicaba regularmente con Lutero, que le dijo a Espalatino: "Te envío
las cartas de Argula von Grumbach, discípula de Cristo, para que veas cómo los
ángeles se regocijan porque una hija pecadora de Adán se ha convertido y ha
sido hecha una verdadera hija de Dios". En otra ocasión, Lutero escribe a
un amigo: "El Duque de Bavaria arremete enfurecido, matando, aplastando y
persiguiendo el evangelio con todo su poder. Sin embargo esa noble mujer,
Argula, está allí peleando una valiente batalla con gran espíritu, discurso
atrevido y conocimiento de Cristo. Ella merece que todos oremos por la victoria
de Cristo en ella. Ha atacado a la universidad de Ingolstadt por forzar la
retractación de cierto joven, Arsacius Seehofer. Su marido, que la trata
tiránicamente, ha sido depuesto de su prefectura por eso. No podemos ni
imaginarnos lo que le hará ahora. Ella está sola entre aquellos monstruos, y
sigue firme en la fe, aunque según admite, no sin temblar de miedo por dentro.
Es un singular instrumento de Cristo. La encomiendo a ti, para que Cristo, a
través de esta débil vasija, confunda a los poderosos y a aquellos que se
glorían en su fuerza".
Sabemos
que Argula instó a Lutero a dar testimonio de la verdad contrayendo matrimonio.
Al principio él le respondió que no era insensible a su sexo, que no estaba
hecho de leño o de piedra, pero que no casarse no entraba en sus planes porque
diariamente esperaba la muerte de un "hereje". Sin embargo, Lutero se
casó dos años más tarde. Refugiado en el castillo de Coburgo, recibió la visita
de Argula y transmitió a su esposa Catalina los consejos de ella para destetar
a su bebé. También le expresó que podría tener que cambiar de escondite porque
aquello se estaba convirtiendo en un lugar de peregrinaje y si demasiada gente
acudía a verle, podría llegar a oídos del emperador y dejar al príncipe Federico,
su protector, en una situación difícil.
El
caso del joven profesor Seehofer suscitó mucha controversia. Se publicaron
diversas obras al respecto, incluso una satírica en la que un teólogo de la
universidad afirmaba que el joven debía ser un hereje porque había dicho que
los laicos y las mujeres podían ser teólogos, sabiendo que la teología es una
ciencia exclusivamente masculina y clerical. Otro teólogo recogía la afirmación
de Seehofer de que muchos pasajes de la filosofía escolástica no podían ser probados
según la Biblia. Esto no debía llegar a oídos de los campesinos ni de Argula
von Grumbach, "que se conoce la Biblia desde la primera hasta la última
página, y que está más versada en las Sagradas Escrituras que todos los
profesores de Ingolstadt, aunque nunca fue a la universidad".
Durante
los 40 años siguientes, Argula se abstuvo de actividades públicas. Su marido
murió poco después de su visita a Lutero en 1530. Argula tuvo que ocuparse de
la administración de sus tierras y el cuidado de cuatro hijos. Uno de ellos fue
siempre un consuelo para ella, el otro una aflicción constante, y de las dos
hijas no sabemos nada.
Seehofer
se escapó del monasterio y se convirtió en predicador y maestro evangélico.
En
mayo de 1563, 40 años después de su primera aparición pública, el Duque de
Bavaria comunicó al ayuntamiento de una ciudad de sus dominios que por segunda
vez había encarcelado a la "vieja Stauffer" (su nombre de soltera),
que incitaba a la gente a la desobediencia haciendo circular libros contrarios
a la religión católica. Ya no iban a las misas de la iglesia, sino a reuniones
clandestinas en su casa. Incluso había ido al cementerio y oficiado funerales
sin ceremonias cristianas, a pesar de que la Biblia, la ley canónica y la ley
civil prohíben que una mujer usurpe tales funciones.
El
ayuntamiento, por su parte, señaló al Duque que continuar con este asunto sería
poco prudente en un momento en el que Bavaria buscaba las subvenciones del
imperio. "Además", dijeron, "esa mujer es una pobre anciana
debilitada. Mejor sería tener lástima de su edad y de su estupidez". Fue
liberada. Podemos sospechar que la descripción dada por el ayuntamiento sólo
era un cuadro falso pintado para el Duque, porque el comportamiento atribuido a
Argula indica que nunca estuvo debilitada ni fue estúpida. La cera había estado
ardiendo 30 años, pero aún humeaba.
("Women of the Reformation in Germany and
Italy", Roland H. Bainton. Fortress Press, 2007).
Traducción: Raquel Berrocal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario