martes, 11 de marzo de 2014

Para el artículo sobre los 10 años de MTAL

El encuentro de mujeres en Zimbabwe me causó una mezcla de sorpresa y desazón, porque me di cuenta de que yo no sabía absolutamente nada sobre nuestras hermanas en África. Sólo había que cruzar el Atlántico para conocernos y compartir y hasta ese momento no habíamos tenido oportunidad. Me siento agradecida por aquella reunión sobre el rol de la mujer en la iglesia.  Amplió nuestro panorama. Fueron aquellas hermanas  las que inspiraron a las mujeres de los demás continentes a organizarse. 
Admiré en ellas su claridad de pensamiento, su determinación de preparase bíblica y teológicamente para un ministerio pastoral rico y sin improvisación.
Tuve el privilegio de traducir al español una ponencia de Rebecca Osiro, de Kenia, que fue enriquecedora para mí.  Gracias, Rebecca.
Prácticamente en seguida de mi bautismo a los veinte y tantos años de edad, fui invitada a estudiar en el Seminario Evangélico Menonita de Teología (SEMT) recién instalado en Montevideo. Pronto los profesores y pastores me alentaban a cumplir funciones como predicar, aconsejar y acompañar a otros creyentes. Y aun a integrar equipos pastorales.
No sabía yo que la mujer no podía ser pastora. Pero algunos años después lo sentí en carne propia cuando alguien se opuso a que mi ordenación fuera oficializada.

Pensé entonces que el ministerio pastoral, ser pastora, tal vez no era para mí y me dejaba libre para discernir otros caminos de servicio (Efesios 4:7, 11 y 12) y así fue.
En realidad, que la mujer no esté ordenada no le impide poner a funcionar todos los dones que le otorga el Espíritu Santo. Pero puede ser frustrante el hecho de ser discriminada y desvalorizada.  Sin embargo seguimos adelante.  El ejemplo cunde y nos lleva a revisar nuestros dogmas. Y ya hay iglesias anabautistas menonitas en América Latina que están ordenando pastoras.

De MTAL lo que mucho he valorado desde el principio ha sido el apoyo mutuo, el no sentirse solas  sino parte de un movimiento inspirado bíblicamente y empoderado por el Espíritu Santo. Últimamente, encuentro sumamente valiosa la producción del manual ‘Cuidándonos entre mujeres’ y las sesiones en cada región para practicar cómo  poner en uso el mismo en todas partes.

En cuanto al futuro,  creo que ya estamos entrando en él.  En principio lo veo encaminado a revisar la vida de nuestras congregaciones para descubrir, con valentía de mujer, ciertos temas que han sido  ignorados, pasados por alto.

Mi esperanza es que después de cierto tiempo, hombres y mujeres  reconozcan mutuamente sus dones y descubran que pueden trabajar juntos complementándose, aportando los dones sobresalientes en unos y otros, sin sentido de superioridad ni de inferioridad, creados por igual a imagen de Dios.




Milka Rindzinski, Uruguay 

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