El anhelo pastoral de Marilyn Miller empodera a otras mujeres pioneras.
Foto: Marilyn Miller predica en la Iglesia Menonita de Boulder (Colo.) .
Por Laurie Oswald Robinson
Cuando Marilyn Miller, una de las primeras mujeres ordenadas en la iglesia Menonita, escuchó en los 40' las oraciones suplicantes de la congregación de su niñez pidiendo hombres para el pastorado, le preguntó a Dios porqué no había sido creada hombre para poder responder a ese llamado.
Décadas más tarde, ese anhelo la condujo al seminario y al pastorado - un lugar antes reservado para hombres - y su ejemplo iluminó el camino para otras mujeres pioneras. Es poco probable que las niñas hoy, oren como la niña Miller de 10 años, esperando la respuesta de Dios debajo de un cielo amplio y silencioso.
"Un predicador en la Iglesia Menonita de Hesston (Kansas) animó a la congregación - dada la escasez de pastores en la antigua Iglesia Menonita (MC) – a orar pidiendo que Dios pudiera abrir los corazones de hombres jóvenes al ministerio", cuenta Miller el 20 de enero a los 76 años en una entrevista en su casa en Boulder, Colorado., donde vive con su esposo Maurice.
"Después del culto, yo fui a nuestro patio trasero, miré al cielo y dije, 'Dios, si tanto necesitas pastores, ¿Porqué no me hiciste hombre?' Me encantaba leer la Biblia y a menudo iba predicarle a las gallinas cuando mis hermanos se cansaban de que les predicara a ellos."
Ella podría predicar, estudiar la Biblia, aconsejar y orar por otros - todo sin remuneración- si Dios le diera la oportunidad. Cuando ella salía con Maurice en el Bethel College en North Newton, Kansas, le preguntó si estaba interesado en ser pastor o misionero, porque eso le permitiría a ella estar en el ministerio también.
"Me dijo que no se sentía llamado a ninguna de las dos cosas, y que si eso era lo que yo quería, debería casarme con otro hombre." Al final, se casaron, y ha sido una relación buena y complementaria, dice. "Maurice tiene una fortaleza apacible y me ha dado ánimo y apoyo en mi ministerio."
Foto: Marilyn Miller bautiza a Steve Voran en un arroyo de Boulder, con Gretchen Williams sosteniendo una toalla, agosto 1989.
Después de casarse en 1958, ella terminó la licenciatura en educación primaria y él recibió un título de licenciatura y de maestría en planificación urbana. Fue más de una década después - luego de muchos trabajos en educación primaria, dar a luz a cuatro niños y una mudanza de Wichita, Kansas a Colorado- que su deseo floreció en su totalidad.
En 1976, luego de que obtuvo una Maestría en Divinidad en la Escuela de Teología Iliff en Denver, el Congreso del Distrito Oeste (WDC) la ordenó como co-pastora para servir con el ahora fallecido Peter Ediger en la Iglesia Menonita de Arvada (Colorado). Ella sirvió allí durante nueve años a tiempo parcial antes de ser llamada como la primera plantadora de Iglesias para comenzar en la Iglesia Menonita de Boulder (Colorado), donde pastoreó por cinco años.
En 1989 dejó el ministerio congregacional por una focalización más amplia de la iglesia. Sirvió en lo que fue la Commission on Home Ministries, un ministerio del antiguo Congreso General de la Iglesia Menonita (GC) que incluyó trabajo en evangelización, plantación de iglesias y pacifismo. Luego de 12 años en ese rol, Miller, que tiene un Doctorado en Ministerio, se desempeñó como ministra asociada de las congregaciones de WDC en Colorado. En el 2004, se retiró del ministerio formal.
“Me quedé en casa con nuestros hijos pequeños por nueve años,” dice. “Pero cuando nuestro hijo menor estaba en edad preescolar, me sentía inquieta... Yo era activa en la iglesia Menonita de Lorraine Avenue (en Wichita) en cosas tales como un programa de la escuela bíblica en el barrio y el grupo de oración de mujeres, pero sentí que había algo más.”
Foto: Marilyn Miller de pequeña, 1938.
Marilyn dice que le preguntó a Walt Friesen que tenía que hacer para enseñar religión, y él contestó: “Ve al seminario”. El seminario más cercano en ese momento estaba en Denver, ella sabía que no había manera. “Una mañana,” cuenta, “me arrodillé junto a mi cama y le dije a Dios que cuando los niños estaban en la escuela yo quería hacer más que tareas domésticas... Le dije que haría cualquier cosa e iría a cualquier lugar si Dios me llevaba... Sentí que Dios dijo: No te preocupes, sigue haciendo lo que estás haciendo, y cuando yo quiera que estés en otro lugar, lo sabrás.”
Esa misma tarde, Maurice dijo que le acababan de pedir que se mudara a Denver para abrir una nueva oficina de consulta de planificación. Fue doloroso arrancar las raíces de sus vidas de Kansas en 1972, donde vivían los padres de ambos, pero sintieron que Dios los llevaba al oeste.
El sello de exclusividad se afloja.
Tres años más tarde, se convierte en la primera mujer GC en ser ordenada en la memoria actual. La ordenación de Ann Jemima Allebach en 1911 precedió la de Miller y Emma Richards. Seis décadas antes la ordenación de Allebach en la Primera Iglesia Menonita de Filadelfia nunca recibió el apoyo del Congreso del Distrito Este. Y ella nunca pastoreó una congregación menonita. Richards fue la primera mujer en ser ordenada en la antigua Iglesia Menonita (MC), en 1973 por la Conferencia Menonita de Illinois.
Después de que Miller y Richards derribaron las primeras barreras, se abrió más la puerta a las mujeres – aunque sólo fuera una rajadura en muchos sectores. Pero emergieron suficientes pioneras a mediados de la década de los 80 y el cierre hermético de la exclusividad se aflojó. Según el Anuario de la Iglesia Menonita, en 1987, los GCs habían dado licencia y ordenado a 66 mujeres como pastoras. En 1988, los MCs habían hecho lo mismo con 62 mujeres.
Foto: El 28 de septiembre de 1975, Elbert Koontz predicó en el servicio de comisionamiento de la iglesia Menonita Arvada y la presentó con una “Licencia para Predicar el Evangelio.”
“Estaba muy sorprendida cuando realmente conseguí un trabajo como pastora en una congregación,” dice Miller. “Le dije a mi profesor en Iliff que lo único que se le paga por hacer a una mujer menonita en las iglesias era el trabajo de secretaria o de limpieza y que no esperaba conseguir un trabajo... pero había llegado al seminario porque estaba hambrienta por aprender.”
Ella atribuyó la respuesta a sus oraciones por un pastorado, a la profunda apertura y afirmación de la WDC. “WDC y congregaciones como Arvada – que me empleó como primera mujer pastora – creían que la igualdad y la inclusión eran importantes en una época en que muchas otras regiones y congregaciones no lo creían,” dijo ella.
Miller sufrió con mujeres listas para ser pastoras que no encontraron pastorados. Ella recuerda como en una reunión un hombre describió a las pastoras como lobos vestidos de ovejas. El desacuerdo teológico a veces venía de la propia familia, como fue el caso con su madre, la difunta Clara (Fricke) Kauffman.
“En un momento de intercambio antes de mi ordenación, mamá se puso de pie, levantó su Biblia y dijo: Marilyn tiene mi bendición, pero todavía creo que el rol de la mujer es ser de ayuda idónea para su marido. Le dije que para alguien que no creía en la predicación de las mujeres, había hecho un buen trabajo.”
Pero Miller aún así se sintió amada por ella y estaba agradecida de que se dieron mutuamente la libertad de ser quien Dios las llamó a ser. Su padre (el difunto Milo Kauffman) era otra historia. “Cuando alguien le preguntó si había oído que una mujer iba a predicar en la graduación del Mennonite College, el respondió: - Si lo sé, es mi hija... Como Pedro dice en la Biblia, quién soy yo para luchar contra el Espíritu?”
Foto: Familia Miller en Costa Rica en 1994.
Miller se regocija de que las puertas de la oportunidad se abrieran de par en par en muchos sectores de la Iglesia Menonita de USA. Las mujeres hoy no son sólo pastoras sino presidentes de seminarios y líderes ministeriales denominacionales. Varias de las muchas mujeres que se unieron a Miller y Richards para allanar el camino al nuevo mundo fueron Patty Shelly, Lois Barrett y Dorothy Nickel Friesen, todas ordenas en 1985.
“Las noticias sobre Marilyn eran afirmantes a la luz de haber sido advertida de no ir al seminario.” dice Friesen, una pastora retirada, decana asistente del Seminario Bíblico Anabautista Menonita y ministra del Congreso WDC. “El mensaje era, después de todo, ¿Qué vas a hacer con una Maestría en Divinidad si las mujeres no consiguen un trabajo como pastoras?”.
“En aquellos días, a cada momento, estábamos estudiando y discutiendo el papel de la mujer en el liderazgo y la imagen de Dios... Nos dimos cuenta que nos habíamos perdido una parte del evangelio al silenciar a la mujer... Teológica, bíblica y prácticamente necesitábamos una nueva visión.”
Sin embargo, no podemos sugerir que todos los hombres eran el problema y todas las mujeres la respuesta... El fuerte liderazgo masculino también allanó el camino... Necesitábamos luchar por una comunidad colaborativa con inclusión de género.
John Esau, ex director en GC de liderazgo ministerial desde 1985 a 1999, dice que la inclusión de la mujer en el ministerio pastoral estaba ya en marcha cuando el tomó y aceptó el trabajo. Esta nueva realidad resonaba con su opinión hace tiempo de que las mujeres traían muchos dones al ministerio.
“Las mujeres han movido la iglesia de la dominación del liderazgo masculino; también trajeron nuevas percepciones de sustancia y estilo valiosas” dice. “A pesar de la resistencia de los literalistas bíblicos y los hábitos de la tradición, la iglesia ha respondido positivamente. Todos hemos sido enriquecidos con la perspectiva que las mujeres aportan al ministerio.”
Valorando los modelos, equilibrando la vida.
La perseverancia gozosa de Miller parece ligada a los valores del amor de Dios, la comunidad y el servicio impartidas a ella como la hija mayor de 10 hermanos nacidos de los Kauffmans. Su padre fue presidente del Colegio Hesston (Kansas) durante 19 años y como pastor y ministro del Congreso Central Sur. Su madre estaba convencida de ser guardiana de su casa y hogar y le dio toda su atención a sus hijos.
Miller se impregnó del modelo de ambos padres y se ha buscado un saludable – aunque a menudo esquivo- balance entre María y Marta, sus ambos lados, ser y hacer.
“Mi padre le dio todo su ser a la iglesia, y mi madre se entregó por completo a la familia, y entonces yo creí sabiendo que era importante ser sincero en todo lo que uno hace,” dice ella. “He luchado toda mi vida con el deseo de ser una gran ama de casa y poder dar a las personas cercanas a mi, como mi madre, y una trabajadora de la iglesia y poder dar al mundo, como mi padre.”
“En diferentes épocas de mi vida. Me he acercado más a uno de los extremos del continuo que al otro, y tengo algunos remordimientos por no siempre haber logrado un equilibrio saludable. Pero aprendí que lo que es más importante es ser quien uno es, y no lo que los otros quieren que uno sea.”
Aunque ella ha ganado mucho en su peregrinaje, aprendió que son sus pérdidas – tanto en su familia de origen como en su propia familia – las que han moldeado su ministerio con compasión, empatía y un deseo de ser real ante la muerte. Su hermano mayor murió de un tumor cerebral en el último año de la escuela de medicina. Su hermano menor, con síndrome de Down, murió justo antes de cumplir los dos años.
“Cuando mi madre quiso traerlo para la dedicación, le dijeron que no podía traer un cordero manchado al altar,” dice Miller. “Pero a medida de que todos los otros niños 'normales' eran bendecidos, las lágrimas de mi madre cayeron sobre el rostro de mi hermano y el miró hacia arriba y le sonrió.”
“El amor incondicional de mi madre por todos sus hijos, ya fuera mi hermano médico o este hijo con necesidades especiales, me enseñó sobre la importancia de amar e incluir a todos, tratando de que eso suceda en cualquier lugar de la iglesia al que fui llamada.”
Miller tuvo un aborto natural y también dio a luz un niño muerto antes de dar a luz a sus otros tres hijos, Michael, Michelle y Mónica. En el día de la madre de 1996, ella perdió a su hijo de Michael de 32 años en una tragedia de kayaking.
“Cerca de las 7 pm el día de la madre, el teléfono sonó, pensé que era Michael que llamaba para desearme un feliz día de la madre,” dijo. “En cambio, era el comisario, diciéndome que nuestro hijo había tenido un accidente de kayaking en el rio Animas cerca de Durango, que su cuerpo aún no había sido encontrado. Ese fue uno de los peores momentos de mi vida. De repente entendí lo que las personas querían decir cuando hablaban de un corazón roto.”
“Hay ira en la pérdida y la muerte... Sofocamos esta poderosa emoción diciendo: 'Ellos están en un lugar mejor, y Dios sabe porqué.' Cuando en realidad necesitamos ayudarnos unos a otros a lamentarnos como hicieron en el Antiguo Testamento... Cuando estamos abiertos al lamento, también nos abrimos a la gloria que viene después de una liberación honesta.”
Compartir una versión de si mismo amado y sin maquillaje con otras criaturas amadas y sin maquillaje es el sentir de Miller hoy. El suyo no es un “retiro” sino un descanso en la alegría de vivir una vida menos estructurada que aún incluye mucho ministerio laico. Tiene más tiempo de disfrutar y cuidar a sus hijos y sus cinco nietos y de disfrutar de la naturaleza con Maurice, quien pasó 21 años trabajando para el Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos. Ella también expresa su amor por la cocina y la comida saludable en un ministerio para personas sin hogar en Boulder Menonite.
Su esquivo equilibrio ha encontrado un ritmo centrado. Miller agradece que Dios la llevó por el camino de la vanguardia y del dolor a un hogar del corazón que aún busca en el cielo para el próximo llamado de amor.
“Cuanto más envejezco, más me doy cuenta de que la vida es más simple de lo que la hacemos,” dice. “No necesitamos arreglar a los demás o a nosotros mismos... Yo solía leer tantos libros sobre como mostrar cariño y preocupación, pero a lo que todo se reduce al final para mi es simplemente escuchar a los demás y aceptar sus historias de vida, incluyendo las partes que no entendemos.”
“Cuando verdaderamente amamos a los demás, podemos estar en desacuerdo y seguir presentes el uno para el otro en la gracia. El amor real te permite a ti hablar tu verdad y a mi hablar la mía, y ambos somos respetados. Puede que yo tenga razón sobre algunas cosas, y tu puede que tengas razón sobre otras. El objetivo es aprender unos de los otros y crecer en amor y verdad.”
Laurie Oswald Robinson es una escritora independiente en Newton, Kansas, autora de Forever Family.
TRADUCCIÓN AMLAC.-
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