viernes, 12 de abril de 2013

REFLEXIÓN, POR PATRICIA GONZALEZ



"Mujer: Quién eres tú?"

Recientemente leí uno de los últimos informes presentados por la UNICEF el cual evidencia que las violencias y exclusiones de género siguen en aumento en el mundo, a pesar de los esfuerzos que se vienen haciendo desde diversos sectores en diferentes latitudes en contra de este flagelo;  un flagelo que sufren especialmente niñas y mujeres sin distinción de raza, edad, nacionalidad credo y/o religión. Lo más desafiante de esta realidad ha sido corroborar que aquellos esfuerzos no darán mayores frutos si las mujeres no avanzamos en superar los miedos que aún nos inhabilitan y paralizan ante esa violencia. Una de las principales causas de estos miedos paralizantes puede hallarse en el desconocimiento que tenemos de nosotras mismas. Quiero pues compartir, especialmente contigo mujer, una pregunta que, por básica y simple que parezca,  ayuda en esto de empezar a desentrañarnos:
Quién eres tú?  
Sí, parece una pregunta cualquiera,  superficial si se quiere,  pero no lo es. Formularla puede resultar sencillo, pero responderla no tanto. En una cultura como la nuestra, en donde la identidad, particularmente la de las mujeres,  generalmente es definida por las demandas sociales y culturales, es decir, por lo que la cultura y la sociedad esperan de nosotras como “mujeres”, usualmente no es cosa sencilla dar cuenta de quiénes somos realmente, o por lo menos  de quiénes queremos serNo es difícil reconocer que la cultura y la sociedad buscan encasillarnos en estereotipos que determinan lo que “debe” y “no debe ser” una mujer; lo que sí suele sernos difícil de identificar, muchas veces por la sutileza con la cual se presenta,  es que también existe esa misma tendencia a las estereotipias de género en no pocas iglesias y comunidades religiosas, desafortunadamente. Esto propicia, por un lado, dinámicas vinculares que dejan a las mujeres en condición de subordinación con respecto a los varones,  y por otro,  la desarticulación en nuestro fuero interno entre lo que somos y lo queremos llegar a ser.
Históricamente estas estereotipias han determinado del mismo modo los ámbitos para cada quien: la mujer es tradicionalmente relegada al ámbito de lo privado y doméstico, sujeta a las decisiones del varón,  mientras que a éste se le ubica en el ámbito de lo público,  lugar de dirigencia y autoridad.  Así, esta posición de sujeción y subordinación, que ocupa el lugar privado y doméstico,  se marca como “virtuosa y deseable” en una mujer;  por supuesto, todo lo que NO esté dentro de este estereotipo será cuestionado como poco virtuoso y deseable para “una mujer ejemplar”.  Y la consecuencia más obvia de esta demanda socio-cultural, justificada y vehiculizada por lo religiosoes la desconexión que solemos tener entre de la identidad y el propio proyecto de vida.  Afortunadamente esto ha ido cambiando, hoy por hoy es un hecho que las mujeres estamos ocupando  espacios  académicos, públicos, políticos y religiosos, cada vez con mayor protagonismo. Sin embargo el mandato de lo que “debemos” y “no debemos ser” como mujeres aún sigue estando latente, influyendo significativamente las subjetividades tanto de hombres como de mujeres.
Así que para comenzar a transitar la pregunta: “quién soy yo”, necesitamos primero ser conscientes de toda  la carga social y cultural-religiosa que puede estar obstaculizando el ponernos cara a cara frente a lo que realmente somos, a lo queremos llegar a ser y al papel que queremos y necesitamos desempeñar en la sociedad.  Soy de la generación que bebió de las reivindicaciones de los 60s y los 70s, empero recuerdo que de niña todavía escuchaba cosas como: “La fulanita  de la familia aún no se ha casado, será que piensa hacerse monja??”  Parece entonces que hasta hace relativamente poco,  en el imaginario social subsistían el matrimonio y la vida religiosa como los únicos escenarios posibles para las mujeres. Como ya mencioné, hoy las cosas sugieren estar cambiando, pero aún queda un largo camino por recorrer.  Las mujeres estamos siendo conscientes cada vez más de nuestro lugar en el mundo y del rol que necesitamos ejercer en él con decisión y autonomía.  Y cuál sería ese rol o roles que necesitamos develar quienes somos llamadas mujeres de fe? Es más, cuál es ese rol o roles para quienes, y según la tradición Anabautista, nos identificamos como Hacedoras de Paz con Justicia? Son los roles que han sido definidos tradicional y privilegiadamente por el estereotipo socio-cultural-religioso los únicos posibles? O son también posibles aquellos otros que se precisan para romper con las lógicas de exclusión, muerte, desigualdad, opresión, injustica, pobreza y marginación,  lógicas de las cuales somos víctimas y muchas veces cómplices victimarias?
Ya te ha declarado el Señor lo que es bueno,  ya  te ha dicho lo que de ti espera:  practicar la Justicia, romper las cadenas de la injusticia y amar la Misericordia.” (Miqueas 6,8)
Que desates los nudos que aprietan el yugo; que dejes libres a los oprimidos y acabes al fin con toda tiranía;  que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al  pobre sin techo;  que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer  a tus semejantes." (Isaías 58:6-7)
Quiero traer el ejemplo de una mujer cuya acción quedó registrada en los relatos Bíblicos: Abigail (1° Samuel 25, 1 y ss.). Según el texto, Abigail era sabia y hermosa; por lo mismo podríamos sin duda afirmar que el relato igualmente la está ubicando en el grupo de mujeres virtuosas. Pero resulta interesante ver que los actos de Abigail subvierten los códigos culturales que definían lo “virtuoso” en una mujer de aquel tiempo puesto que ella sale de su casa sin informar a Nabal, su marido (vs.19),  acción ésta que la sociedad y la religión condenaban. El texto, sin embargo, insiste intencionalmente en llamarla sabia, hermosa y además bien aventurada, como queriendo indicar que la cultura, la sociedad y la religión no siempre coinciden con la Paz y la Justicia cuando se refieren a lo que es sabio, virtuoso y bendito. Así, este relato llama virtuosamente sabia a una mujer que es capaz de desatender los mandatos socio-culto-religiosos  para ir en pos de la Paz en medio de un conflicto que había provocado absurdamente la intransigencia y mezquindad del marido. Si Abigail hubiese asistido primero a las demandas de lo que se esperaba social y culturalmente de ella como mujer-esposa, seguramente no hubiese salido sin autorización de la casa, lugar en donde “debíanpermanecer en sujeción y obediencia las mujeres,  sometidas a la voluntad de los varones.  Ellas debían  ver solamente por las cuestiones domésticas sin inmiscuirse más allá de las cuatro paredes en cuestiones de política, negocios y demás decisiones que estaban conferidas al varón,  aunque estas también tuviesen que ver con el bienestar de la familia. Ese tipo de asuntos simplemente eran prohibitivos para ellas. Pero Abigail salió de la casa,  se levantó y fue, e hizo la diferencia en un conflicto económico, político y social cuya resolución hubiese sido devastadora si ella no actúa. Esta devastación no solamente habría afectado a su familia sino a  toda su comunidad.
Si Abigail no subvierte aquello que social, cultural y religiosamente  se esperaba de ella y no acciona con autonomía frente a esta situación de conflicto, independiente de lo que le señalaba el “deber ser”,  seguramente la historia de aquel pueblo hubiese tomado un rumbo trágico.  La acción de Abigail no cambió los códigos culturales de su tiempo de la noche a la mañana; si seguimos el relato podremos ver que la subordinación de ella como mujer continuó en la casa de David.  Pero esta acción fue tan significativa y ejemplar para quien redactó el texto que mereció ser registrada.  Abigail, una mujer que actuó con autonomía  y valentía,  como tantas en nuestros contextos, fue capaz de ir por encima de mandatos culturales, sociales y religiosos para buscar la Paz con Justicia.  Abigail, con la decisión política suficiente como para ser “políticamente incorrecta” con respecto a decisiones injustas y  necias que se suponía debía acatar,  fue la protagonista.
Mujeres, es entonces necesario desentrañar y cuestionar el complejo sistema de mandatos que moldea nuestra subjetividad cautiva de estereotipos, para poder actuar individual y colectivamente en pos de construir autonomía.  Aquella que nos otorgue el poder de decidir libremente lo que queremos ser y hacer. Aquella que nos permita descubrir cuál es el rol que necesitamos desempeñar en los diferentes ámbitos que nos comprometen,  siempre de cara al propio proyecto de vida y mirando hacia un horizonte en donde la Justicia y la Paz se besen y en donde la tierra  sea disfrutada por todos y todas. (Salmo 85,10-13).

Patricia González.( Miembro de la Iglesia Anabautista Menonita de Buenos Aires)

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