jueves, 3 de noviembre de 2011

REFLEXIÓN DE MATEO 22: 34_40.


CASA HOREB – Ciudad de Guatemala
Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo”
Por Olga Piedrasanta
 

Éxodo 22,20-26
Si explotáis a viudas y huérfanos, se encenderá mi ira contra vosotros
Así dice el Señor: "No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros fuisteis vosotros en Egipto. No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos. Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, cargándole intereses. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va a acostar? Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo."
Salmo responsorial: 18
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; / Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R.
Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, / mi fuerza salvadora, mi baluarte. / Invoco al Señor de mi alabanza / y quedo libre de mis enemigos. R.
Viva el Señor, bendita sea mi Roca, / sea ensalzado mi Dios y Salvador. / Tú diste gran victoria a tu rey, / tuviste misericordia de tu Ungido. R.
1Tesalonicenses 1,5c-10
Abandonasteis los ídolos para servir a Dios y vivir aguardando la vuelta de su Hijo
Hermanos: Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Y vosotros seguisteis nuestro ejemplo y el del Señor, acogiendo la palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo. Así llegasteis a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. Desde vuestra Iglesia, la palabra del Señor ha resonado no sólo en Macedonia y en Acaya, sino en todas partes. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo, abandonando los ídolos, os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y vivir aguardando la vuelta de su Hijo Jesús desde el cielo, a quien ha resucitado de entre los muertos y que os libra del castigo futuro.
Mateo 22,34-40
Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?" Él le dijo: ""Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser." Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas."
MATERIAL DE APOYO A LAS LECTURAS
Mateo 22,34-40.
Muchas veces hemos escuchado acá en la Iglesia sobre el mandamiento del amor. Esto natural, pues constituye lo más importante del mensaje de Jesús. Si aprendemos bien esta lección, somos buenos cristianos, si la ignoramos estamos muy lejos de amar al Señor, nuestro Dios.
Pero..Hablemos un poco del contexto del evangelio: Faltaban tres días para que Jesús fuera a la muerte. Sus adversarios que eran los fariseos, (judíos que se opusieron a Jesús y a sus enseñanzas, complotaron para matarlo, ellos preguntaron ¿con qué autoridad haces estas cosas? Y ¿quién te dio esta autoridad?) saduceos (también eran judíos que creían exclusivamente en la ley, por lo general eran sumos sacerdotes, no creían en la resurrección y sobre eso mismo preguntaron: Maestro, Moisés dijo: si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su hermano. Hubo pues, entre nosotros siete hermanos: el primero se casó y murió y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. Y después de todos murió también la mujer. En la resurrección, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron? , herodianos (judíos partidarios de la dinastía real de Herodes y de Roma preguntaron ¿es lícito dar tributo a César o no?) veamos cómo a Jesús le han hecho pasar en los atrios del Templo una jornada terrible, agotadora. Las discusiones han sido interminables. Ahora le hacen una pregunta difícil, le han propuesto a Jesús una cuestión controversial: - ¿Cuál es el primero y más importante mandamiento de la Ley? La pregunta parece cargada de inocencia, pero era delicada hasta el extremo. Porque los doctores judíos no acababan de resolver nunca el intrincado problema. Ellos se habían dado a la tarea de sumar todos los preceptos de la Ley y les daban el número de seiscientos trece: 365 que mandaban u ordenaban algo, y 248 que prohibían alguna cosa.
Parece que es algo más que los clásicos Diez Mandamientos, ¿verdad?... Jesús, sin embargo, no se inmuta, no se sobresalta, no se asusta. Y resuelve la pregunta de una vez para siempre. Así, que responde a la primera, sin mucho reflexionar, como quien lo tiene pensado desde siempre, y con todo aplomo y autoridad: - El primer mandamiento es: El Señor Dios nuestro es el único Señor; por lo mismo, amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Hasta aquí, los enemigos podían estar acordes con Jesús. Era un pasaje tomado de Moisés, que todos los judíos recitaban cada día como la primera oración, y aún hoy la repiten con una gran fe. Pero Jesús sigue, sin interrupción, con una segunda parte inesperada: - Y el segundo mandamiento es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Jesús da un paso más, y cierra para siempre la cuestión tan debatida en las escuelas de los rabinos: - No hay ningún mandamiento más importante que éstos. Jesús nos ha dado la clave, y ha hecho fácil, facilísima, toda la ley de Dios. Se ha de-mostrado como un gran legislador. Le basta una sola palabra: ¡Amarás! Si no, veamos. ¿Amar a Dios, y cometer un pecado cualquiera? Imposible. ¿Amar a Dios, y negarle el culto los días festivos, o la oración de nuestros labios? Imposible. ¿Amar a Dios, y decirle ¡No quiero! ante cualquier cosa que nos manda o nos pide? Imposible. ¿Amar al hermano y ofenderle de la manera que sea? Imposible. ¿Amar al hermano, y causarle un daño en su salud, o profanar su cuerpo, o robarle, o mentirle? Imposible. ¿Amar al hermano, y no hacerle todo el bien que esté en nuestra mano? Imposible. ¿Amar a Dios y al hermano, y no trabajar y estar activo siempre, haciendo el bien? Imposible. Pablo sacará esta conclusión, tan lógica y tan llena de sentido común: - El que ama, ha cumplido toda la ley... El amor es la plenitud de la ley.
Jesús, al contestar a los maestros de la ley, ata juntos el amor de Dios y el amor del prójimo, hasta fusionarlos en uno solo, pero sin renunciar a dar la prioridad al primero, al cual subordina estrechamente el segundo. Toda la ley encuentra su significado y fundamento en el mandamiento del amor. Jesús lleva a cabo un proceso de simplificación de todos los preceptos de la ley: el que pone en práctica el único mandamiento del amor no sólo está en sintonía con la ley, sino también con los profetas (v.40). Sin embargo, la novedad de la respuesta no está tanto en el contenido material como en su realización: el amor a Dios y al prójimo hallan su propio contexto y solidez definitiva en Jesús. Hay que decir que el amor a Dios y al prójimo, mostrado y realizado de cualquier modo en su persona, pone al hombre en una situación de amor ante Dios y ante los demás. El doble único mandamiento, el amor a Dios y al prójimo, se convierte en columnas de soporte, no sólo de las Escrituras, sino también de la vida de nosotros los cristianos.
La legislación de Israel estaba orientada a mitigar los efectos del empobrecimiento de las grandes masas de campesinos. El exilio, el desplazamiento forzado por causa de la guerra, la usura... se convertían en una amenaza para la convivencia y, sobretodo, contradecían los fundamentos éticos del pueblo de Dios.
El «código de la alianza» El Código de la Alianza es un conjunto de leyes muy antiguas, sin fecha y sin firma de autor. El  ofrece a los peregrinos un modelo concreto de cómo deben realizar el  ideal de los Diez Mandamientos, hacía énfasis, no sólo en las liturgias o en las orientaciones religiosas, sino en la protección de los sectores más vulnerables de la sociedad: forasteros, viudas, huérfanos, jornaleros y pobres en general. Los forasteros porque, en la mayoría de los casos, eran exiliados de la guerra que habían sufrido el desplazamiento forzado y llegaban a las tierras de Israel sin otro recurso que sus propias manos. La legislación recuerda los beneficios del éxodo y el cambio de situación del pueblo hebreo que pasó de la servidumbre a la libertad. Las viudas y los huérfanos estaban a merced de los parientes varones que tenían el monopolio jurídico de la tierra. Los jornaleros estaban a merced de los terratenientes que les pagaban cuando se les venía en gana y no al terminar el día, como lo determinaba la Ley. El clamor de estas personas se convertía en una preocupación del Dios liberador que no podía dejar impune a los opresores, explotadores y usureros.
Pablo, en su carta a los tesalonicenses, interpreta el paso de una mentalidad legalista y opresora, hacia una mentalidad creativa y liberadora, como un cambio de la idolatría al culto al Dios verdadero, al Dios de la Vida. Mientras los hebreos eran prisioneros de la Ley escrita y oral, los así llamados paganos eran esclavos de pensamientos y de religiones que les impedían descubrirse a sí mismos como esclavos de la idolatría del imperio. Pablo propone a los gentiles no una religión más, sino un nuevo estilo de vida donde el discernimiento, la gratuidad y la conciencia de ser libres era el fundamento de la relación con Dios y con el prójimo.
El evangelio apunta, precisamente, en la misma dirección al mostrarnos que para Jesús, el fundamento de la relación con Dios y el prójimo es el amor solidario. Jesús sintetiza el decálogo y casi toda la legislación en su principio de amor fraternal y recíproco.
Los juristas gustaban de probar los conocimientos que Jesús tenía sobre la Ley. Para ellos el mandamiento más importante era la observancia del sábado. Ese día debían dedicarse por completo al reposo y a escuchar la lectura de la Escritura. Con el tiempo convirtieron esta ley en una carga que a duras penas soportaban los pobres.
El sábado había dejado de ser fiesta del Señor y se había convertido en un día lúgubre, lleno de prescripciones ridículas que impedían a las personas movilizarse, cocinar e, incluso, auxiliar al necesitado.
Cuando los juristas preguntan a Jesús por la ley más importante esperan que el cometa un error y se pronuncie contra la Ley misma. Jesús se les adelanta y les hace ver que en la Ley lo más importante es el amor a Dios y el amor al prójimo. El amor es el espíritu mismo de la ley divina. Este amor no tiene límites, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente, se trata de un objetivo que tengo que cumplir toda mi vida, por eso, siempre puedo vivirlo mejor.
El segundo es semejante a éste. Amar al prójimo es como amarnos a nosotros mismo. Es un amor de entrega a los demás, de interesarse por sus necesidades, de buscar lo mejor para ellos, sin pensar en uno mismo. El amor a nosotros mismos y a los demás es el verdadero amor, que llena y que cada día me hace mejor persona. Es el amor «hacia fuera», que es lo opuesto al egoísmo o amor «hacia adentro»: buscar lo cómodo, lo placentero o lo fácil.
Al colocar estos dos mandamientos como el eje de toda la Escritura, Jesús pone en primer lugar la actitud filial con respecto a Dios y la solidaridad entre los humanos como los fundamentos de toda la vida religiosa. Incluso, la adecuada interpretación de la Escritura depende de que sean comprendidos y asumidos estos dos imperativos éticos.
Nosotros vivimos hoy en sociedades que tienen muchas más normas que el pueblo judío, incluso nuestra iglesia tiene leyes. Ahora vivimos también en un mundo que tiene muchos más pobres y oprimidos bajo la usura internacional, que los pobres oprimidos de antes por los que clamaron los profetas. La Palabra de Jesús que hoy recordamos y actualizamos en nuestra celebración es una invitación a sacudir nuestra pasividad, a recuperar la indignación ética ante la situación intolerable de este mundo llamado moderno y civilizado, y a volver a lo esencial del Evangelio, al mandamiento principal, a los dos amores.
Para nuestra reflexión personal
Dios y el prójimo (los dos principales mandamientos) muchas veces hemos puesto como ejemplo lo vertical para Dios y lo horizontal para el prójimo. ¿Es correcta esa “geometría espiritual”? ¿Son realmente “dos” dimensiones, y son dimensiones distintas ¿Por qué ponemos a Dios en la posición vertical? ¿Qué tiene que ver Dios con el “arriba”? ¿Qué tiene que ver el prójimo con el horizonte?
- «El primero (Dios) es el más importante, y el segundo (prójimo) es imagen del primero». Si es imagen, ¿es menos importante o es de igual importancia? Comparemos esta proposición con aquella: «si alguien dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto ¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto. Y nosotros tenemos este mandamiento: el que ama a Dios, ame también a su hermano. 1ª. Juan 4:20-21. Este versículo nos enseña que el segundo (hermanos) son una condición de validez del primero.
• El amor a Dios y al prójimo ¿es para nosotros sólo un vago sentimiento, una emoción, un movimiento pasajero, o es una realidad que invade toda nuestra persona: corazón, voluntad, inteligencia y trato humano?
• Cada uno de nosotros hemos sido creados para amar. ¿Somos conscientes de que nuestra realización consiste en amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente? Este amor se hace vida cuando acompañamos a los hermanos y hermanas en sus situaciones difíciles. ¿Vivimos esto en nuestra práctica diaria?
¿Cómo estoy, cómo me encuentro ante los dos amores, a Dios y al prójimo que Jesús proclama? ¿Pasaríamos nosotros este examen?
Para la oración de los fieles
- Por las iglesias Anabautistas alrededor del mundo, para que su principal testimonio ante el mundo sea por medio del amor liberador a todas las personas.
Roguemos al Señor.
- Por todos aquellos que en su vida saben vivir amando al prójimo, para que sepan superar los reveses que las personas egoístas puedan causarles. Roguemos...
- Por todos los que trabajan por la justicia, para que el ejemplo de su vida convierta a los opresores. Roguemos al Señor
- Por todos los que trabajan por la promoción y la liberación de las personas y los pueblos, para que nunca sean presa del desánimo.
Roguemos al Señor
- Por todos los que nos confesamos creyentes, para que nunca olvidemos que lo que verdaderamente agrada a Dios es que no explotemos a los débiles y necesitados. Roguemos...
- Por todos y cada uno de nosotros, para que nunca olvidemos que el mandamiento principal y primero es el del amor.
Roguemos al Señor
Dios, Padre nuestro: aumenta nuestra fe, nuestra esperanza y, sobre todo, aumenta nuestro amor y nuestro sentido de la justicia, de modo que vivamos siempre próximos a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados. Por Jesucristo nuestro Señor Amén.

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