Historias No Contadas
2 Samuel 13:1-21
Para la Iglesia Menonita de Albany (IMA), en Estados Unidos,
este ha sido un verano de explorar historias; historias sobre la valentía de
príncipes y prostitutas, sobre la generosidad de ricos recaudadores de impuestos
y empobrecidas viudas, sobre la fe de enérgicas hermanas, y la generosidad de
amigos que te dan la mano. Las
Escrituras están repletas de historias como las que hemos escuchado en las
últimas 12 semanas—graciosas y desafiantes, inspiradoras y desconcertantes.
Pero
existe también una serie de historias en las Escrituras que apostaría que nunca las han escuchado en la iglesia. Estas historias son tan
perturbadoras y nos dejan preguntas tan difíciles que la mayoría de nosotros
preferimos hacer de cuenta que no están en la Biblia. La historia de esta
mañana es de esta última clase. El hecho de que el incidente ocurrió en la
familia de David, uno de los personajes bíblicos más destacados y devotos, nos desconcierta
mucho más.
El hijo de David, Amnón, príncipe de
la corona de Israel, se enamora de su medio hermana, Tamar. Por supuesto, la
naturaleza de este “amor” es cuestionada. Tamar es bella, y de acuerdo con el
relato, lo que Amnón siente es una obsesión lujuriosa. Es un hombre poderoso,
acostumbrado a obtener lo que quiere, y él quiere a Tamar. Pero Tamar está
fuera de su alcance. Amnón piensa y piensa en el problema hasta que se siente
consumido por un deseo inalcanzable y decide tener lo que piensa que le
pertenece.
Su amigo Jonadab
advierte que Amnón parece ansioso y le pregunta qué le ocurre. “Estoy enamorado de Tamar, La hermana de mi hermano Absalón”, le responde con
toda la inocencia de un sufriente Romeo.
Jonadab, ingeniosamente, le sugiere que pretenda estar enfermo. Entonces
cuando su padre, el Rey David, viene a
visitarlo, Amnón le pide que envíe a su hermana Tamar a darle de comer su cena
en la boca. ¡Y listo! Así tendrán oportunidad de pasar un rato juntos.
Amnón es un experto manipulador, y
David es un padre cariñoso que nunca se imaginó que algo tan negativo podía pasar en su familia. No se dio cuenta del peligro. No notó que el
muchacho fingía estar enfermo (tosía y tosía).
No le pareció extraña la insistencia de Amnón en ser servido por Tamar y
por nadie más. Simplemente envió a su hija al cuarto de Amnón. Amnón actúa su parte a la perfección.
Actúa con calma para evitar que cunda la alarma. Hace que Tamar cocine en su
apartamento, y luego manda salir a sus sirvientes para que ellos puedan “comer”
en privado. Luego, conociendo la
amabilidad y decencia de Tamar, le pide que traiga la comida al lado de su cama
y le dé la comida con sus manos. Es
recién entonces, en su dormitorio, que revela sus intenciones.
Cuando Tamar se da cuenta de lo que
Amnón pretende, protesta con vehemencia. “No, hermano mío”, dice. “No me
fuerces”. Ella le hace entender las
consecuencias que eso tendrían, tanto para ella como para la reputación de él.
Ella tiene en cuenta los intereses de él tanto como los de ella misma. Ella
trata de sugerirle una alternativa, pero Amnón no la quiere oír. El quiere lo que él quiere y cuando él lo
quiere. Cuando es evidente que ella no
aceptará, él usa su fuerza física para tomar lo que quiere por la fuerza.
Cuando estuvo satisfecho, la lujuria
de Amnón se transformó en aborrecimiento. La echó de la habitación como si para
él no tuviera ningún valor. Se imaginó que ella iba a sentir temor y vergüenza
y no iba a delatarlo, y asunto concluido.
Pero él no conocía bien a Tamar ni había notado su gran potencia interior. Ella no se iba a callar la boca. Ella rasga sus vestidos, cubre su cabeza de
cenizas y sale llorando a gritos hasta que todo el mundo se entera de lo que
ocurrió.
Al escuchar sus gritos, su hermano
de padre y madre Absalón sugiere a Tamar que se calme y trate de “superarlo”.
Su padre David está furioso cuando escucha lo que sucedió. Pero al final no
hace nada para disciplinar a Amnón o para hacer algo en cuanto a la situación.
Porque después de todo, como dice el narrador, David ama a Amnón, que es su apreciado primogénito.
Hay algunas historias que casi nunca
se relatan, en las Escrituras, y tampoco en la vida real. Pero que no las
relatemos no quiere decir que rara vez ocurran.
En los EE.UU, 1 de 4 mujeres y 1
de 9 hombres serán violados sexualmente en algún momento de sus vidas.
Mundialmente esta cifra va creciendo y ahora 1 de 3 mujeres es violada. 1 de
cada 5 niñas en edad escolar sufrirá violencia a manos de un compañero. 1 de 5 mujeres universitarias serán violadas
o se intentará violarlas. Y estas
estadísticas surgen de incidentes denunciados; pero más de la mitad nunca lo
son.
La historia de Tamar tiene más de
3000 años de antigüedad, pero tiene todas las características de una historia
que bien podría suceder y sucede hoy.
Como el de Amnón, la mitad de los ataques sexuales son premeditados.
Como Tamar, 80% de quienes fueron atacadas conocen a su atacante.
La vulnerabilidad—física, social, o
emocional—es explotada por quienes están en posiciones de poder. Bondad y
compasión son aprovechadas. Una
clara negativa no es tomada en cuenta. Y
muy a menudo los observadores de repente son ciegos y los que lloran son
silenciados.
Lo que es más increíble de todo es
que los estudios que se hacen ahora muestran que la cantidad de casos hoy en
día es tan grande en la iglesia como fuera de ella. ¿Cómo puede ser posible? En
esta primavera mientras preparaba un estudio bíblico, leí un comentario sobre 2
Samuel. Cuando llegué al capítulo 13 y al relato de la violación de Tamar, una
simple declaración del autor al inicio de las reflexiones me alarmó: “este
texto no es leído públicamente en la iglesia “.
Y entonces me di cuenta —nosotros la iglesia hemos sido David. Hemos
estado tan cerca de los hechos que no los notamos, creemos que nuestra casa es
la excepción No captamos las señales, no hacemos preguntas. Aun cuando nos griten
las historias en la cara, nuestra tendencia es esquivarlas porque tenemos temor
de lo que puede costar esa verdad.
1 de 4. 1 de 9.
Para que haya un cambio—y en
nombre de Dios, debe haberlo—la historia de Tamar debe ser relatada. Y en una comunidad debemos aprender a
escuchar sin escaparnos, sin cerrar nuestros ojos, sin silenciar los gritos,
sin excusas ni haciendo excepciones. Cuando se nos dice que sucedió en nuestro
hogar, alguien debe creerlo. Y sobre todo, alguien debe hacer lo que nadie hizo
por Tamar—preguntarle qué necesita, y darle una respuesta honesta.
Nuestra serie de este verano sobre
“Héroes Cotidianos” debía terminar la semana pasada, pero yo sentí la necesidad
de añadir a la lista un nombre más—Tamar, la hija de Maaca y David, y heroína
de todas las historias no contadas de la comunidad de fe. Ella sufrió terriblemente, pero es mucho más
que una víctima; Tamar es una sobreviviente, una mujer de palabra sabia y
valiente acción que altera el status quo y rompe el código de silencio en
nombre de aquellos que tienen miedo.
Hay personas—tanto mujeres como
hombres—aquí, entre nosotros esta mañana que comparten la historia de
Tamar. Lo último que yo tengo derecho de
hacer es pararme aquí en el púlpito y decirles a ustedes lo que deben hacer con
su verdad. Cada uno de nosotros está en una diferente etapa en su camino hacia
la sanidad, y cada uno ha de elegir el camino a seguir.
Pero
quiero que me escuchen decir desde el púlpito esta mañana que nosotros, la
comunidad de fe, respetamos y honramos la fortaleza y valentía que les ha
permitido seguir adelante. Ustedes han
soportado lo que nadie debería haber soportado, y han superado por mucho tiempo
su dolor. Perdonen a nuestra familia de
fe por los momentos en que hemos ignorado aquello que ocurría justo frente a
nuestros ojos. Mi oración es que no
sientan que tienen que cargar con su historia ustedes solas sino que encuentren
a alguna persona confiable que pueda ayudarles a cargar esa historia.
También quiero decir que si ustedes
han sido parte de nuestra iglesia o de cualquier otra iglesia Menonita por
algún tiempo, probablemente nos hayan oído hablar acerca de nuestros conceptos
favoritos—amar a nuestros enemigos, poner la otra mejilla, cargar la cruz.
Estas ideas son centrales en nuestra fe. Y nuestra convicción de andar en el
camino de Jesús a menudo requiere tomar un camino de sacrificio y aun aceptar
dar nuestras vidas por nuestros enemigos. Pero, por favor, escúchenme decir esto claramente esta mañana:
la intimidad sexual nunca fue un
espacio diseñado para llevar la cruz. La
intimidad sexual es un don de Dios para que dos personas se relacionen con
integridad, dándose mutua y gozosamente. Es como una ventana para sentir el inmenso
amor de Dios hacia nuestras personas. El deseo de Dios de estar
plenamente unido a nosotros para nuestro gozo e inconmensurable bien. La intimidad sexual es por lo tanto un
espacio sagrado para Dios. Todo uso de ese espacio que incluya violencia,
intimidación, sufrimiento, o vergüenza es una violación fundamental de la
voluntad de Dios y una profunda ofensa hacia Dios.
Por favor, por favor, no tomen el
nombre de Jesús como una razón para quedarse en silencio o mantener una
relación que incluye violencia o dominación sexual. Sería la última cosa que
Dios esperaría de ustedes. Jesús vino para que todos y todas podamos
experimentar sanidad. Plenitud de vida, y un amor con propósito. No es su
voluntad que nos sometamos a ser lastimadas por alguien a cuyo cuidado hemos
sido confiadas. Lo que Jesús desea para ti es que le sigas a él hasta gozar de
completa sanidad y liberación. Si necesitas ayuda para dar este paso, házmelo
saber o dilo a otra persona para que camine junto a ti.
También reconozco que seguramente
hay personas en este lugar que son protagonistas al otro lado de esa historia.
Personas que en algún punto de sus vidas han ejercido poder o dominación de una
manera que violó el cuerpo y el espíritu de otra. Muchos de ustedes antes de ser autores fueron
víctimas ustedes mismos y están cargando con sus propias profundas cicatrices.
Nosotros como comunidad nos lamentamos y lloramos con ustedes por eso, y Dios
se conduele con ustedes también.
Pero a ustedes también les ha sido
confiada la peligrosa capacidad dada por Dios de hacer decisiones morales. En algún momento de sus vidas ustedes usaron
ese don de tal forma que dañó a otra persona, y ya sea que lo sepan o no lo
sepan, también han dañado sus propios espíritus. Estos son daños que ni el
tiempo ni el silencio pueden borrar. Allí se quedan hasta que son enfrentados.
Y no importa cuán profundamente enterrados estén los secretos, los mismos ya
son conocidos por aquel que más nos importa—el Dios que finalmente trae todas
las cosas a la luz y las toma en cuenta.
Ahora mismo hay una ventana abierta
para hacer algo importante—asumir responsabilidad por tus elecciones y romper
el ciclo de daños que tienen la posibilidad de pasar de una generación a la
otra. Tú puedes poner tu culpa a la luz sanadora de Dios en lugar de esperar
que te arrastre hasta allí. Hay perdón, sanidad, y restauración en Dios, pero
el único camino—el único camino— es
decir la verdad. No hay ningún desvío,
no hay otra cosa que la verdad, ya sea ahora o en la eternidad.
Dentro de un momento vamos a
tomarnos un tiempo para lamentar y compartir comunión junta en una forma que ha
sido especialmente adaptada teniendo en cuenta las experiencias de las muchas
Tamaras que hay en nuestro medio. Pero antes me gustaría ofrecer solo una posibilidad más
para responder. El verano pasado una
joven llamada Rachel Harder inició un sitio web titulado “Nuestras Historias no
Relatadas” como plataforma para iniciar una conversación acerca de la violencia
sexual en la iglesia Menonita. Durante el pasado año, muchos miembros de la
iglesia Menonita eligieron este sitio como lugar seguro para compartir sus
propias historias.
He colocado la dirección de internet
y del Facebook que la acompaña en la pared
que está detrás de mí, como también en el boletín. Este es un posible
espacio para empezar a contar tu propia
historia o escuchar las historias de otras personas.
Que Dios bendiga la verdad, en este
contar y escuchar, y que puedan así nacer nuevas esperanzas. Amén.
Lamento
Música (Poner la grabación del Himno “Were you there when they crucified my
Lord” y escucharlo todo en silencio, teniendo cada persona una copia traducida
en la mano para seguir el contenido)
Las
respuesta de la congregación (o junto con un grupo) a cada una de las frases de
la letanía serán las del Espiritual: “Oh...Oh...Oh...Oh...
Hay veces que yo tiemblo, tiemblo, tiemblo”
El pastor o la
pastora que preside dice:
Oh, Dios
Santo, escucha cuando clamamos a ti. Nuestro dolor es más profundo de lo que
podemos soportar solos/as…
La congregación
o el grupo responde:
Oh...Oh...Oh...Oh...,
Hay veces que yo tiemblo, tiemblo, tiemblo…
El
pastor o la pastora que presiden recitan la siguiente línea y cada vez el grupo
responde: [“Oh, Oh,……
Incapaces de
olvidar la violación que vivimos, clamamos… [“Oh…Oh…Oh…Oh…”]
Sintiendo
todavía las heridas, clamamos… [“Oh...Oh...Oh...Oh...” ]
Luchando
para vencer nuestros temores, clamamos… [“Oh...Oh...Oh...Oh...”
]
Llorando la
pérdida de nuestra inocencia, clamamos…
Sin saber a
quién recurrir en nuestra miseria y soledad, clamamos...
Preguntándonos
cómo tu gracia permitió esto, clamamos...
Doblados por
la debilidad de la fragilidad humana, clamamos...
Anhelando
familias que puedan soportar nuestras verdades junto con nosotros, clamamos...
Buscando
justicia donde a nadie le parece posible, clamamos...
Buscando la
clase de fe que una vez nos sostenía a todos, clamamos...
Llenos de vergüenza
y confusión, deseando sentirnos protegidas y seguras otra vez, clamamos...
Esperando
que la bondad y la verdad se encuentren, y la justicia y la paz se besen, clamamos...
Desesperadas
por tener la valentía de enfrentar a nuestros demonios, clamamos...
Deseando
dejar todo esto atrás y vivir en integridad, clamamos...
Indignados
por los actos de personas que debían haber sabido no portarse como lo hicieron,
clamamos...
Soportando
unos con otros nuestras propias cargas y las que no cometimos nosotros,
clamamos...
Perdidos/as,
buscando tu guía y dirección, clamamos...
En medio de
las imágenes fracturadas de la santidad y el ministerio, clamamos...
Desde la
oscuridad de nuestra desesperación, clamamos...
Entrando en
la nebulosa de lo que no conocemos, clamamos...
Sin saber
aún cómo ayudarnos unas a otras o donde ir desde aquí, clamamos...
[El grupo clama dos veces: Oh...Oh...Oh...Oh..., Hay
veces que yo tiemblo, tiemblo, tiemblo...]
Tomado de “Liturgia de Lamento
por el Cuerpo Fracturado de Cristo,” at www.futurechurch.org à Traducido
Oración de Confesión
Lector 1: Cada cual confiese lo que tiene
para confesar. Ni más, ni menos. Amén.
Lector 2: Oh
Dios, al prepararme para compartir la vida abundante en Cristo por medio de
este pan y este vino, me veo a mí misma/o y sé que me creaste con amor. Mi
cuerpo es bueno. He sido amable, y fiel,
y fuerte. He amado a los demás. Me he amado a mí misma, te he amado a ti. He
andado en tus caminos de vida, y eso te ha agradado.
Lector 1: Mi
Dios, también soy imperfecta. Mientras me
preparo para compartir la abundante vida que nos ofreces por medio del pan y
del vino, reconozco que he andado en caminos de muerte: todo lo pongo en tus
manos. Y entro en nueva vida.
Lector 2: Las
palabras de esperanza que no ofrecí a
otras personas, las oraciones bondadosas que escondí en mi orgullo, las
muestras de cariño que creí mejor no manifestar: todo eso lo dejo atrás. Y entro en nueva vida.
Lector 1: Las
palabras de dolor que no me atreví a pronunciar, las oraciones de odio
sepultadas en mi vergüenza, las señales de mis heridas y mi sufrimiento que
decidí descartar: todo eso lo dejo atrás. Y entro en nueva vida.
Lector 2: Mi
estrechez de visión y de pensamiento, mi
necesidad de que otros hagan lo que yo quiero, y toda palabra, acto, y
silencio que han herido a otras personas: todo eso lo dejo atrás. Y entro en
nueva vida.
Lector 1: Mi tolerancia ante la injusticia, mi necesidad
de complacer a otras personas con exceso, todas las ocasiones en que fui
herida y guardé silencio, justifiqué y me esforcé por sonreír: todo eso lo dejo
atrás. Y entro en nueva vida.
Lector 2: Mi
fracaso en amar a los demás.
Reader 1: Mi
fracaso en amarme a mí misma/o.
Lectores 1 y 2: Mi fracaso en amar a Dios:
todo eso lo dejo atrás. Y entro en nueva
vida.
Congregación: Acepto y digo la verdad tal cual es, y me comprometo a tomar el
camino del perdón: ser perdonada/o, perdonar a otras personas, y perdonarme a
mí misma/o. Ante la opción de la muerte,
me comprometo a avanzar hacia la vida.
Oh
Dios de todos nosotros, Cristo presente en esta fiesta, Espíritu viviente,
ruego que nos encontremos aquí, en este pan y vino de vida. Amén.
Hilary H.
Scarsella, Disertación sobre “Abuso Sexual
y la Cena del Señor: Un ritual de agravio y sanidad” (AMBS, Mayo de
2012) à Traducido
Liturgia de Comunión
Lector 1: Sabiendo que
las autoridades lo matarían y aniquilarían la esperanza del pueblo de
liberación de Roma; sabiendo que en aquel tiempo la crucifixión significaba que
nunca más se permitiría pronunciar su nombre en el país; sabiendo esto,
Lector 2: Jesús la noche
en que fue traicionado, tomó un pan y después de dar gracias lo partió
Lector 1: para
compartirlo
Lector 2: y dijo “Este es
mi cuerpo para ustedes.”
Lector 1: No permitan que
les hagan creer que yo puedo ser destruido. No permitan que les sean robadas
sus esperanzas de paz. Yo estoy aquí mismo, con ustedes. En este pan, cuando su
cuerpo y espíritu sean nutridos, todo lo que yo soy continúa viviendo.
Lector 2: Hagan esto en
memoria de mí.
Lector 1: Pronuncien mi
nombre. Relaten la verdad de mi historia. Continúen andando conmigo en pos de justicia
y misericordia, vida y gracia. Recuérdenme, y siéntanse seguros de que esas
cosas son reales.
Lector 2: Del mismo modo,
creyendo y aceptando que la sangre es lo que da al cuerpo vida, energía, y
vitalidad,
Lector 1: Jesús tomó también la copa después de la cena diciendo,
“Esta copa es el nuevo pacto
Lector 2: por el que yo
permanezco con ustedes abundantemente
Lector 1: en mi sangre;
Lector 2: sellada por el
espíritu que fluye a través de mí, haciéndome lo que soy, sellado por mi misma
naturaleza.
Lector 1: Hagan esto cada
vez que la beban en memoria de mí”;
Lector 2: En
memoria de la vida abundante que he
vivido e invito a ustedes a vivir.
Lector 1: Porque cada vez
que ustedes coman de este pan y beban de esta copa, proclamarán la muerte de
Jesús hasta que él vuelva.
Lector 2: Ustedes
digan la verdad de lo que se ha hecho conmigo. Y digan la verdad de que aunque
yo fui matado, los propósitos de Dios no
serán desbaratados.
Quienes sirven la comunión:
Coman y sean nutridos
Beban y queden satisfechos
Hilary H.
Scarsella, Disertación,, “Abuso Sexual y la Cena del Señor: Un Ritual de
Agravio y Sanidad” (AMBS, Mayo de 2012) à Condensado,
adaptado y traducido
Traducción: Milka Rindzinski Gulla