Este artículo de Nancy E. Bedford fue publicado en Lupa en noviembre del año 2006
En el Evangelio de Juan, Jesús afirma que ha venido al mundo para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Sin embargo, lo que salta a la vista en el mundo no es la vida abundante; por lo contrario, lo que observamos es una escasez de la vida y una vida en escasez. Vemos hambre y miseria humana y escuchamos los gemidos de toda la creación. En particular los cuerpos de las personas más pobres están marcados por las secuelas detal escasez, en especial los niños, las mujeres y los ancianos de estos grupos. Esta escasez de vida se manifiesta de muchas maneras interrelacionadas. Pensemos, por ejemplo, en el racismo ambiental, en la violación esgrimida como arma de guerra, en la pandemia del SIDA en el África, en la violencia doméstica, en niños soldados y niños trabajadores de fábricas clandestinas, en los niños obesos de la riqueza y en los niños desnutridos de la pobreza: todos sufren en sus cuerpos los efectos de las asimetrías sistémicas y del pecado estructural. “El ladrón viene solamente para robar, matar y destruir” –dice Jesús. “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
¿Cuál es la tarea de una teología cristiana, dada la promesa de vida abundante por un lado y la primacía de la rapacidad, la destrucción y la muerte a nivel global por el otro? ¿Cuál es la tarea de una teología cristiana con sus múltiples interconexiones con el saber –y con los privilegios y el poder emanados de ese saber? ¿Cuál es la tarea de la teología en este tiempo de expectativa de vida prolongada para los pocos y de muerte prematura para las mayorías, en esta época en que la tierra misma pide por justicia? ¿Cómo puede una teología que se confronta con estas contradicciones evitar tanto la trampa del derrotismo como el error del provincialismo teológico y de las falsas generalizaciones? Quisiera sugerir que un quehacer fundamental de la teología cristiana en este tiempo es una tarea humilde pero crucial: funcionar como una teoría crítica para la gloria de Dios.
En lo que sigue, quisiera desmenuzar el sentido de esta frase, prestando especial atención al aporte de una perspectiva feminista a la tarea, así como al contexto imperial en el que nos toca vivir y hacer teología. Pero antes que nada, quisiera subrayar que la teología de la que hablo no pertenece exclusivamente a los teólogos. Georgia Harkness lo expresa de la siguiente manera: “Contrariamente a lo que suponen algunas personas, la teología no solamente es para los expertos; es para todos. Hay aspectos que requieren un trabajo académico altamente calificado. Pero en sus elementos fundamentales puede ser expresada de modo sencillo y de una manera que es relevante tanto para la vida personal como la social.” Como sugiere Moltmann, siguiendo a Lutero, así como hay un sacerdocio de todos los creyentes, también hay una teología hecha por todos los creyentes (Theologentum aller Glaubenden). Tal teología acompaña a la teología de corte más formal, dialogando con ella y condicionándola profundamente, tanto en sus contenidos como en la circulación que puede lograr en las iglesias. La invitación a pensar en la propia teología como teoría crítica para la gloria de Dios es para todos aquellos que hablan con Dios y hablan acerca de Dios, creyendo a veces y otras veces dudando.
Sobre Nancy E. Bedford
Es miembro de la Iglesia Menonita de Reba Place en Evanston Illinois (USA).
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