Para el artículo
sobre los 10 años de MTAL
El encuentro de
mujeres en Zimbabwe me causó una mezcla de sorpresa y desazón, porque me di
cuenta de que yo no sabía absolutamente nada sobre nuestras hermanas en África.
Sólo había que cruzar el Atlántico para conocernos y compartir y hasta ese
momento no habíamos tenido oportunidad. Me siento agradecida por aquella
reunión sobre el rol de la mujer en la iglesia. Amplió nuestro panorama. Fueron aquellas
hermanas las que inspiraron a las
mujeres de los demás continentes a organizarse.
Admiré en ellas
su claridad de pensamiento, su determinación de preparase bíblica y
teológicamente para un ministerio pastoral rico y sin improvisación.
Tuve el
privilegio de traducir al español una ponencia de Rebecca Osiro, de Kenia, que
fue enriquecedora para mí. Gracias,
Rebecca.
Prácticamente en seguida de mi bautismo a
los veinte y tantos años de edad, fui invitada a estudiar en el Seminario
Evangélico Menonita de Teología (SEMT) recién instalado en Montevideo. Pronto
los profesores y pastores me alentaban a cumplir funciones como predicar,
aconsejar y acompañar a otros creyentes. Y aun a integrar equipos pastorales.
No sabía yo que la mujer no podía ser
pastora. Pero algunos años después lo sentí en carne propia cuando alguien se
opuso a que mi ordenación fuera oficializada.
Pensé entonces
que el ministerio pastoral, ser pastora, tal vez no era para mí y me dejaba
libre para discernir otros caminos de servicio (Efesios 4:7, 11 y 12) y así
fue.
En realidad, que la mujer no esté ordenada
no le impide poner a funcionar todos los dones que le otorga el Espíritu Santo.
Pero puede ser frustrante el hecho de ser discriminada y desvalorizada. Sin embargo seguimos adelante. El ejemplo cunde y nos lleva a revisar
nuestros dogmas. Y ya hay iglesias anabautistas menonitas en América Latina que
están ordenando pastoras.
De MTAL lo que mucho he valorado desde el
principio ha sido el apoyo mutuo, el no sentirse solas sino parte de un movimiento inspirado
bíblicamente y empoderado por el Espíritu Santo. Últimamente, encuentro
sumamente valiosa la producción del manual ‘Cuidándonos entre mujeres’ y las
sesiones en cada región para practicar cómo poner en uso el mismo en todas partes.
En cuanto al futuro, creo que ya estamos entrando en él. En principio lo veo encaminado a revisar la
vida de nuestras congregaciones para descubrir, con valentía de mujer, ciertos
temas que han sido ignorados, pasados
por alto.
Mi esperanza es que después de cierto
tiempo, hombres y mujeres reconozcan
mutuamente sus dones y descubran que pueden trabajar juntos complementándose,
aportando los dones sobresalientes en unos y otros, sin sentido de superioridad
ni de inferioridad, creados por igual a imagen de Dios.
Milka Rindzinski, Uruguay
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