"Palabrero de la
Mujer Samaritana"
¡No
me llames prostituta!
Es
mucho tiempo siendo calumniada,
no
sigan predicando cosas
que
hieren mi dignidad.
Llámame
mujer,
hermana,
compañera,
amiga,
esto
es más apropiado.
Estoy
cansada de tanto
ir
al pozo al mediodía
y
casi al anochecer,
para
nada,
porque
todos los días
vuelvo
a tener sed,
cansada
estoy de cargar
el
cántaro que se hace
más
pesado
con
el agua que no se me sacia.
Cinco
maridos he tenido
y
el que ahora tengo
de
nada me sirve.
¡No
me llames prostituta!
Llámame
mujer sufrida,
marginada,
olvidada.
Ya
no vengo al pozo acompañada,
me
duelen las críticas
de
las demás mujeres
que
dicen: "ahí va la mujer seca,
la
que no da vida,
la
que cinco maridos
ha
tenido,
y
el que ahora tiene
piensa
dejarla por ser
un
cauce seco
que
no da vida!"
¡Cómo
me duelen sus palabras!
Por
eso acostumbro
a
venir al pozo
cuando
ellas no vienen
vengo
sola,
sin
compañía,
cuidando
de no caerme,
de
no tener un accidente.
¡No
me llames prostituta!
Soy
como muchas de ustedes,
irrespetadas,
explotadas,
abandonadas.
Mi
primer marido,
joven
hermoso,
mi
primera ilusión,
me
abandonó,
se
fue cansado
de
esperar un hijo
me
dejó desilusionada,
arrasada,
sola.
Se
llevó mi dote
y
mi esperanza.
Los
otros vinieron
atraídos
por mi belleza,
pero
se cansaron
de
esperar un hijo,
quizás
se hubieran decepcionado
si
hubiera parido una niña,
quizás
hubiera sido
una
ofensa mayor.
¡No
me llames prostituta!
Respeta
mi dolor
y
mi soledad.
El
pozo es el único lugar
en
el cual encuentro
consuelo,
a
veces mis lágrimas
se
diluyen en el agua
de
mi cántaro,
con
eso aumenta su peso,
mi
carga.
Todos
y todas me señalan
y
en voz baja exclaman:
"¡Ahí
va la mujer estéril
que
no ha sabido cumplir
su
deber de ser madre,
de
ser útil!"
Cinco
maridos he tenido
y
el que ahora tengo
creo
que están pensando
en
abandonarme,
me
rehúye,
me
maltrata,
casi
no duerme
en
la casa.
¡No
me llames prostituta!
porque
me duele,
me
hiere tan hondo
que
el dolor me inmoviliza,
me
enmudece.
Un
día un hombre
de
aspecto extraño
estaba
sentado en el pozo,
a
la hora que acostumbro
recoger
el agua.
Pero,
¡Era uno de nuestros enemigos!
¿Qué
quería?
Me
acerqué con desconfianza,
pero
él no se movió
me
miró de manera extraña,
con
amor,
con
ternura,
como
si no fuera mi enemigo.
Me
sonrió,
vi
su cansancio,
estaba
sediento.
No
tenía como sacar agua
de
esto pozo profundo.
¡Me
pidió agua!,
¡Se
atrevió!
Creía
que no lo haría,
pero
lo hizo,
era
un enemigo,
porque
los de su bando
y
el mío ni siquiera
nos
hablamos.
No
se puso de pie
para
demostrar que era
hombre
superior a mí.
Ninguno
de mis ex maridos,
ni
el que ahora tengo
habían
hecho algo semejante.
Se
quedó sentado,
cuando
yo me agaché.
¿Cómo
te atreves a pedirme agua?
¿Cómo
te atreves a hablarme?
¿Acaso
no sabes quién soy?
¿No
sabes de dónde soy?
Somos
distintos,
tú
eres de un bando,
yo
de otro.
Tú
eres hombre,
yo
mujer.
¿Acaso
eres diferente
a
los demás hombres?
-"Si
supieras lo que Dios da"-
me
dijo.
¿Qué
me ha dado Dios?
tan
sólo soledad,
discriminación,
desarraigo,
dolor-
-"Si
supieras lo que Dios da"- repitió.
No
me vuelvas a hablar de ese Dios
que
no me ha dado nada,
que
todo me lo ha negado,
si
sólo me hubiera dado un hijo.
-"Si
supieras quién es
el
que te está pidiendo agua"
¿Quieres
agua?
tómala
y vete tranquilo.
Yo,
ya estoy acostumbrada
a
estar sola,
a
que los hombres me abandonen
cuando
se sacian de mí,
toma
tú agua y vete.
Pero
él era diferente,
tomó
el agua de mi cántaro,
el
agua que tenía mis lágrimas
y
me sonrió.
Desde
ese momento supe
que
este hombre
llegó
a mi vida
para
no irse jamás.
Después
de saciar su sed,
se
me ofreció como pozo,
como
caudal.
Me
dijo: "Quién bebe
del
agua que yo le doy,
no
volverá a tener sed".
Me
ofrecía liberarme
de
mi peso,
de
mis lágrimas,
de
mi soledad.
En
ese momento supe
quién
era yo,
y
de mí broto un manantial
de
agua viva.
Dejé
de ser estéril,
se
rompieron las fuentes
de
mi creatividad.
Rompí
mi cántaro,
me
liberé de mi carga,
mis
lágrimas regaron
suelos
fértiles.
Pude
gritar: "Vengan a ver
a
un hombre que me ha dicho
todo
lo que he hecho,
todo
lo que soy".
El
Jesús sediento,
calmó
la sed de mi vida.
El
Jesús tierno,
calmó
la sed de mi vida,
me
explicó todo,
me
dijo a mí,
a
una mujer marginada,
adolorida,
frustrada
lo
que él era.
cuando
vi su sonrisa
frente
a mi rostro,
cuando
vi mis ojos,
reflejados
en los suyos,
supe
que éste era
el
verdadero hombre,
que
estaría conmigo siempre.
El
bebió de mi agua,
yo
bebí de la suya,
y
los dos nos saciamos.
Mi
cántaro se quedó roto,
ya
no me oprime
no
me recuerda mi soledad,
quedó
en el pozo
que
me hacía volver a él
cada
día.
Ahora
soy fuerte,
soy
útil,
soy
persona.
De
mi brota una fuente
de
agua viva,
burbujeante,
llena
de alegría.
Llámame
hermana,
amiga,
compañera
madre,
esposa.
Llámeme
fuente,
río,
pozo,
arroyo,
lago,
mar,
océano.
Llámame
por mi nombre,
por
lo que soy,
¡Llámame
mujer!
Rev.
Obed Juan Vizcaíno Nájera
Maracaibo
–Venezuela
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